viernes, 7 de febrero de 2014

A 101 AÑOS DE LA DECENA TRÁGICA

A 101 AÑOS DE LA DECENA TRÁGICA
ANTECEDENTES
(Primera Parte)


La madrugada del 7 de junio de 1911 hubo un fuerte temblor en la ciudad de México; no obstante, los capitalinos se prepararon para dar un apoteótico recibimiento al prócer nacional, quien hizo su entrada triunfal entre aplausos, vítores, repiques de campanas y estallidos de cohetes. Una festividad espontánea nunca vista en esa urbe. La gente abarrotó las calles, edificios y monumentos por donde pasaba don Francisco I Madero, el liberador de una tiranía opresora, durante décadas. Era el Mesías esperado por el pueblo; pero, su popularidad molestaba a quienes estaban acomodados y vivían de prebendas concedidas por el régimen anterior. Éstos buscarían la forma de eliminarlo.   

Madero era idealista, moralista, legalista, amante de la democracia y anteponía los dictados constitucionales a los intereses personales. Empero, carecía de sentido diplomático, no supo congraciarse con los diputados y los gobernadores, que permanecieron en sus mismos puestos. Los periódicos aduladores de don Porfirio aprovecharon su candidez y la amplia libertad de expresión otorgada para caricaturizarlo, al comparar su figura contraria al de su rival anterior por su baja estatura, ser practicante espiritista, su escasa experiencia, no tener carrera en la milicia, mostrar  gesto sin autoridad, con mirada inocente, ser poco cauto y optimista inocente, entre otros defectos comparativos.

Madero al tener el poder popular en sus manos, cometió dos errores graves. Uno  de carácter político, al hacer trato con el régimen derrotado y conceder la silla presidencial, en su periodo de interinato a Francisco León de la Barra, Secretario de Relaciones Exteriores del gabinete de Porfirio Díaz, y otra falla de carácter militar, al dar el licenciamiento a las tropas fieles a la Revolución, antes de cumplir los ofrecimientos señalados en su plan inicial.

Mientras De la Barra ocupó la primera magistratura del país, buscó minar la legitimidad de Madero y a la vez, logró la escisión de Emiliano Zapata al reclamar el cumplimiento de la promesa de restituir las tierras a los campesinos, como había quedado establecido en el Plan de San Luis. Antes de ser electo, Madero fue a Morelos para entrevistarse con Zapata, esperanzado a llegar a un arreglo, con el fin de licenciar al ejército del sur. El prócer recibió una cálida recepción y la promesa de fidelidad de parte del jefe morelense. Ellos dialogaron y establecieron acuerdos factibles; pero, las presencias de Victoriano Huerta, quien comandaba el ejército federal en ese estado y del acérrimo porfirista Cor. Aureliano Blanquet, obstruyeron ese pacto amenazante a la facción identificada con el antiguo sistema. Realmente, los zapatistas repudiaban a esos militares y desconfiaban del presidente interino. Por su lado, los periódicos de la capital atizaban la mala fama de Zapata y su gente, a quienes tachaban de brutales sanguinarios.  

Madero comunicó por escrito a De la Barra su posición en el convenio con Zapata: “……… Si ahora no se cumple con lo que yo ofrecí en nombre de usted, con la aprobación del Consejo de Ministros, yo quedo en ridículo y no sólo eso, sino que pueden creer que fui a traicionarlos engañándolos y a esto sí no puedo resignarme, por cuyo motivo si no se cumplen esos compromisos contraídos en Morelos, en la forma que usted guste, pues deseo que el Gobierno salve completamente su decoro; si no se arregla esto, digo, me veré en el forzoso caso de hacer declaraciones públicas a fin de que todo el mundo sepa cuál fue mi proceder en este caso…….”. Empero, el líder no hizo declaraciones  y su mutismo provocó el levantamiento posterior en Morelos.      

También, las legislaturas permanecieron sin cambio alguno. Todo ese contexto sería adverso para el confiado iluso quien no actuaba en forma cautelosa y calculadora, sino sensible a la buena fe de sus subalternos. Sus impresiones optimistas se incrementaron, al contemplar la jornada electoral del 15 de octubre de 1911, cuando los mexicanos acudieron a las urnas en forma masiva, espontánea y libre, como nunca lo habían hecho a lo largo de su historia. En esa ocasión, los candidatos opositores fueron el mismo Lic. León de la Barra y Emilio Vázquez Gómez, cuya cantidad sumada de votos fue insignificante, pues Madero arrasó con el 99.27% de la votación total.

Aparte, se presentaron otras tres rebeliones. Una fue la del Gral. Bernardo Reyes, quien había sido representante político de don Porfirio en el noreste; otra de Pascual Orozco, resentido precursor del levantamiento maderista en Chihuahua y la tercera la de Félix Díaz, llamado “el sobrino de su tío”.  Mientras los zapatistas continuaban atacando poblaciones de Morelos, Guerrero, Puebla, del estado de México y puntos del Distrito Federal, los otros enemigos preparaban sus planes particulares.

Bernardo Reyes lanzó una proclama y un plan revolucionario en contra del presidente Madero, en un rancho fronterizo de Tamaulipas, llamado La Soledad, el 16 de noviembre de 1911. El gobierno federal envió trece mil soldados para contrarrestar la amenaza de los sublevados, esas fuerzas fueron acuarteladas en Lampazos, N.L.; sin embargo, pasaron los días y los reyistas no aparecían.  

Don Bernardo había pasado a Texas y fue arrestado en San Antonio, por violar las leyes de neutralidad. Una vez liberado cruzó la frontera, el 13 de diciembre.  Esperó a seiscientos partidarios, pero sólo se presentó una veintena para apoyarlo. Su escasa tropa anduvo errante por rancherías de Nuevo León y Tamaulipas; el 15 de diciembre, fueron derrotados en Cd. Mier, cerca del río Bravo y diez días después, el Gral. Reyes se entregó en Linares, en forma voluntaria, pues su reducida cuadrilla siguió desmembrándose, hasta quedar sólo un par de acompañantes en su atrevida aventura.

En ese suelo que había gobernado, durante más de veinte años, preocupado por su progreso, económico y social, el famoso general porfirista sufrió su mayor desilusión al rendirse a un cabo de rurales. El rebelde fue conducido a México y recluido en la prisión militar de Santiago de Tlatelolco, para someterlo a consejo de guerra. Su proceso fue largo, aunque interrumpido por padecer una pulmonía; al final, fue declarado culpable por faltar a su promesa de servir al régimen maderista y haberse atrevido a trastornar el orden público. A todos extrañó la actitud del presidente Madero, al perdonar la vida al Gral. Reyes, quien continuó en la cárcel, autorizado para recibir a sus amigos.

Mientras, en el norte del país, el Gral. Pascual Orozco renunció como jefe de armas del estado de Chihuahua, el 26 de enero de 1912. Luego, el 3 de marzo, desconoció al gobierno presidido por Francisco I Madero; más tarde, el día 25 de ese mes, dio a conocer su proyecto, conocido como Plan de la Empacadora, muy extenso y no bien estructurado, con propuestas laborales y agrarias de influencia floresmagonista, para acusar a Madero de incumplimiento del Plan de San Luis. No obstante, los historiadores analistas han encontrado motivos más personales de Orozco, al tomar las armas en contra de Madero, resentido por no haberle dado reconocimientos suficientes, por su participación en hechos bélicos determinantes en la victoria del movimiento maderista.

Orozco hizo tratos con terratenientes chihuahuenses, para conseguir el financiamiento de su lucha. Con sus seguidores, al iniciar el mes de febrero, logró el pronunciamiento de la guarnición de Ciudad Juárez, en contra del gobierno federal y en la capital del estado, el ataque a la penitenciaría, para liberar presos políticos. Don Abraham González dejó el Ministerio de Gobernación, para volver a gobernar Chihuahua. Dos mil soldados salieron de la Estación Buenavista de la ciudad de México, rumbo a Torreón, donde se agregaron a columnas de caballería, para dirigirse a Jiménez, núcleo orozquista.

El primer enfrentamiento de esas tropas fue en un punto llamado Rellano, en el desierto de Chihuahua, el 23 de marzo de 1912 y resultó trágico para los federales, al recibir el impacto de una locomotora con explosivos, la respuesta fue tardía y el Gral. José González Salas, quien había dejado la Secretaría de Guerra y Marina, para dirigir el contingente federal, al sentirse culpable de la derrota, se suicidó. Los trenes cargados de heridos regresaron a Torreón. Entonces, el Gral. Victoriano Huerta recibió el mando del ejército maderista para controlar el avance de Orozco. Francisco Villa se presentó ante Huerta, en forma voluntaria, para prestar los servicios de su gente en contra de los rebeldes. Entretanto, Orozco tenía dificultades para pasar armas de Estados Unidos y sus recursos económicos disminuían.

En el avance del ejército, Villa recibió la orden de explorar la ruta ferroviaria y encontró dinamita debajo de los rieles, colocada por el enemigo. Esto se lo comunicó a Huerta, ellos planearon el ataque y echaron en desbandada a las tropas orozquistas, cerca de la estación de Conejos. De ahí, reemprendieron su marcha hacia el norte, para otro combate en Rellano, ahora los días 22 y 23 de mayo; en esta ocasión, los rebeldes no aguantaron la artillería superior y mejor organizada de los federales. Ahí, empezó el declive de la revolución orozquista.                  
      
Huerta continuó hacia el norte, aunque a principios de junio retrocedió, sólo para abastecerse de provisiones; enseguida, continuó la persecución de los insurrectos. Con una tropa desmoralizada, Orozco decidió dar batalla en Bachimba, donde fue el combate definitivo de esa revuelta, el 3 de julio de 1912. Los rebeldes se retiraron a la ciudad de Chihuahua y luego, a Ciudad Juárez, último reducto orozquista capturado el 16 de agosto de ese año. Huerta regresó triunfalista a la capital, con la esperanza de que, los resultados de su campaña fueran bien compensados; empero, el presidente externó simples frases de agradecimiento al militar, quien empezó a gestar sentimientos de rencor en contra de Madero.  

 El 16 de septiembre de 1912, el Presidente de la República rindió el informe oficial de labores correspondiente a su año administrativo en el Congreso de la Unión. Frente a diputados y senadores, expresó los ideales de su lucha, en los términos siguientes: …. “La atención pública se ha preocupado, fuertemente, con motivo de los desórdenes públicos ocurridos en el último semestre.…….  Esperemos que de hoy en adelante, México despertará a una paz inalterable, porque los principios de la efectividad del sufragio y de la no reelección, conquistados por la revolución de 1910, serán la mejor garantía del regular funcionamiento de las instituciones republicanas…….”.  En el auditorio había  dos facciones, el grupo Renovador  con ideología revolucionaria y el Cuadrilátero de tendencias neoporfiristas.    

Un mes después, recibió noticias de otra sublevación en el puerto de Veracruz. Ahora, se trataba del levantamiento del Gral. Félix Díaz, sobrino de don Porfirio.   En su proclama, convocaba en forma especial al ejército, para “imponer la paz por medio de la justicia”. Pero, su llamado no tuvo respuesta significativa. Madero dispuso enviar a dos mil hombres para aplacar al insubordinado y la mañana del 22 de octubre, después de una riña sin importancia, el apodado “sobrino de su tío” fue apresado y condenado a muerte por un consejo de guerra extraordinario reunido en Veracruz.

Sin embargo, un grupo de damas de la aristocracia porfiriana suplicaron el perdón para el condenado y la intercesión del abogado Rodolfo Reyes, hijo del Gral. Bernardo, lograron no aplicar la sentencia militar y pasar su caso a tribunales civiles. El preso fue recluido en las mazmorras de San Juan de Ulúa del puerto, para luego trasladarlo a la Penitenciaría de la ciudad de México.

Los enemigos declarados del régimen maderista, aunque en celdas, seguían latentes. Además, la conveniencia de su desaparición para intereses extranjeros, empezó a buscar formas, para atizar conspiraciones en contra del gobierno nacional. Sobretodo, si eran representados por diplomáticos deshonestos. El caso manifiesto de este tipo lo encarnó Henry Lane Wilson, embajador de los Estados Unidos. Éste se presentó en la casa del Secretario de Gobernación, Lic. Rafael Hernández, a fines de 1912, para solicitar su intervención ante la Presidencia con el fin de asignarle una dieta de cincuenta mil pesos anuales, para complementarlo a su escaso sueldo y poder solventar el boato necesario exigido por su cargo. Él explicó que, don Porfirio Díaz le otorgaba un subsidio mensual decoroso y eso mismo esperaba del nuevo presidente. La negativa de Madero a esa petición, motivó el encono de Wilson y se convirtió en colaborador de los conspiradores mexicanos.   
Los inconformes en contra del vencedor de la dictadura anterior estaban ávidos, para planear el derrocamiento del paladín revolucionario.
               

                                                                                                                                                                            R. W. B.


                                                                                                                                                     

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