A 101 AÑOS DE LA DECENA TRÁGICA
ANTECEDENTES
(Primera
Parte)
La madrugada del 7 de junio de 1911 hubo
un fuerte temblor en la ciudad de México; no obstante, los capitalinos se
prepararon para dar un apoteótico recibimiento al prócer nacional, quien hizo
su entrada triunfal entre aplausos, vítores, repiques de campanas y estallidos
de cohetes. Una festividad espontánea nunca vista en esa urbe. La gente
abarrotó las calles, edificios y monumentos por donde pasaba don Francisco I
Madero, el liberador de una tiranía opresora, durante décadas. Era el Mesías
esperado por el pueblo; pero, su popularidad molestaba a quienes estaban
acomodados y vivían de prebendas concedidas por el régimen anterior. Éstos
buscarían la forma de eliminarlo.
Madero era idealista, moralista,
legalista, amante de la democracia y anteponía los dictados constitucionales a
los intereses personales. Empero, carecía de sentido diplomático, no supo
congraciarse con los diputados y los gobernadores, que permanecieron en sus
mismos puestos. Los periódicos aduladores de don Porfirio aprovecharon su
candidez y la amplia libertad de expresión otorgada para caricaturizarlo, al
comparar su figura contraria al de su rival anterior por su baja estatura, ser practicante
espiritista, su escasa experiencia, no tener carrera en la milicia, mostrar gesto sin autoridad, con mirada inocente, ser
poco cauto y optimista inocente, entre otros defectos comparativos.
Madero al tener el poder popular en sus
manos, cometió dos errores graves. Uno de carácter político, al hacer trato con el
régimen derrotado y conceder la silla presidencial, en su periodo de interinato
a Francisco León de la Barra, Secretario de Relaciones Exteriores del gabinete
de Porfirio Díaz, y otra falla de carácter militar, al dar el licenciamiento a
las tropas fieles a la Revolución, antes de cumplir los ofrecimientos señalados
en su plan inicial.
Mientras De la Barra ocupó la primera
magistratura del país, buscó minar la legitimidad de Madero y a la vez, logró
la escisión de Emiliano Zapata al reclamar el cumplimiento de la promesa de
restituir las tierras a los campesinos, como había quedado establecido en el
Plan de San Luis. Antes de ser electo, Madero fue a Morelos para entrevistarse
con Zapata, esperanzado a llegar a un arreglo, con el fin de licenciar al
ejército del sur. El prócer recibió una cálida recepción y la promesa de
fidelidad de parte del jefe morelense. Ellos dialogaron y establecieron
acuerdos factibles; pero, las presencias de Victoriano Huerta, quien comandaba
el ejército federal en ese estado y del acérrimo porfirista Cor. Aureliano
Blanquet, obstruyeron ese pacto amenazante a la facción identificada con el
antiguo sistema. Realmente, los zapatistas repudiaban a esos militares y
desconfiaban del presidente interino. Por su lado, los periódicos de la capital
atizaban la mala fama de Zapata y su gente, a quienes tachaban de brutales
sanguinarios.
Madero comunicó por escrito a De la
Barra su posición en el convenio con Zapata: “……… Si ahora no se cumple con lo
que yo ofrecí en nombre de usted, con la aprobación del Consejo de Ministros,
yo quedo en ridículo y no sólo eso, sino que pueden creer que fui a
traicionarlos engañándolos y a esto sí no puedo resignarme, por cuyo motivo si
no se cumplen esos compromisos contraídos en Morelos, en la forma que usted
guste, pues deseo que el Gobierno salve completamente su decoro; si no se
arregla esto, digo, me veré en el forzoso caso de hacer declaraciones públicas
a fin de que todo el mundo sepa cuál fue mi proceder en este caso…….”. Empero,
el líder no hizo declaraciones y su
mutismo provocó el levantamiento posterior en Morelos.
También, las legislaturas permanecieron
sin cambio alguno. Todo ese contexto sería adverso para el confiado iluso quien
no actuaba en forma cautelosa y calculadora, sino sensible a la buena fe de sus
subalternos. Sus impresiones optimistas se incrementaron, al contemplar la
jornada electoral del 15 de octubre de 1911, cuando los mexicanos acudieron a
las urnas en forma masiva, espontánea y libre, como nunca lo habían hecho a lo
largo de su historia. En esa ocasión, los candidatos opositores fueron el mismo
Lic. León de la Barra y Emilio Vázquez Gómez, cuya cantidad sumada de votos fue
insignificante, pues Madero arrasó con el 99.27% de la votación total.
Aparte, se presentaron otras tres
rebeliones. Una fue la del Gral. Bernardo Reyes, quien había sido representante
político de don Porfirio en el noreste; otra de Pascual Orozco, resentido precursor
del levantamiento maderista en Chihuahua y la tercera la de Félix Díaz, llamado
“el sobrino de su tío”. Mientras los
zapatistas continuaban atacando poblaciones de Morelos, Guerrero, Puebla, del
estado de México y puntos del Distrito Federal, los otros enemigos preparaban
sus planes particulares.
Bernardo Reyes lanzó una proclama y un
plan revolucionario en contra del presidente Madero, en un rancho fronterizo de
Tamaulipas, llamado La Soledad, el 16 de noviembre de 1911. El gobierno federal
envió trece mil soldados para contrarrestar la amenaza de los sublevados, esas
fuerzas fueron acuarteladas en Lampazos, N.L.; sin embargo, pasaron los días y
los reyistas no aparecían.
Don Bernardo había pasado a Texas y fue
arrestado en San Antonio, por violar las leyes de neutralidad. Una vez liberado
cruzó la frontera, el 13 de diciembre. Esperó
a seiscientos partidarios, pero sólo se presentó una veintena para apoyarlo. Su
escasa tropa anduvo errante por rancherías de Nuevo León y Tamaulipas; el 15 de
diciembre, fueron derrotados en Cd. Mier, cerca del río Bravo y diez días
después, el Gral. Reyes se entregó en Linares, en forma voluntaria, pues su
reducida cuadrilla siguió desmembrándose, hasta quedar sólo un par de
acompañantes en su atrevida aventura.
En ese suelo que había gobernado, durante
más de veinte años, preocupado por su progreso, económico y social, el famoso
general porfirista sufrió su mayor desilusión al rendirse a un cabo de rurales.
El rebelde fue conducido a México y recluido en la prisión militar de Santiago
de Tlatelolco, para someterlo a consejo de guerra. Su proceso fue largo, aunque
interrumpido por padecer una pulmonía; al final, fue declarado culpable por
faltar a su promesa de servir al régimen maderista y haberse atrevido a
trastornar el orden público. A todos extrañó la actitud del presidente Madero,
al perdonar la vida al Gral. Reyes, quien continuó en la cárcel, autorizado
para recibir a sus amigos.
Mientras, en el norte del país, el Gral.
Pascual Orozco renunció como jefe de armas del estado de Chihuahua, el 26 de
enero de 1912. Luego, el 3 de marzo, desconoció al gobierno presidido por
Francisco I Madero; más tarde, el día 25 de ese mes, dio a conocer su proyecto,
conocido como Plan de la Empacadora, muy extenso y no bien estructurado, con propuestas
laborales y agrarias de influencia floresmagonista, para acusar a Madero de
incumplimiento del Plan de San Luis. No obstante, los historiadores analistas
han encontrado motivos más personales de Orozco, al tomar las armas en contra
de Madero, resentido por no haberle dado reconocimientos suficientes, por su
participación en hechos bélicos determinantes en la victoria del movimiento
maderista.
Orozco hizo tratos con terratenientes
chihuahuenses, para conseguir el financiamiento de su lucha. Con sus
seguidores, al iniciar el mes de febrero, logró el pronunciamiento de la
guarnición de Ciudad Juárez, en contra del gobierno federal y en la capital del
estado, el ataque a la penitenciaría, para liberar presos políticos. Don
Abraham González dejó el Ministerio de Gobernación, para volver a gobernar
Chihuahua. Dos mil soldados salieron de la Estación Buenavista de la ciudad de
México, rumbo a Torreón, donde se agregaron a columnas de caballería, para
dirigirse a Jiménez, núcleo orozquista.
El primer enfrentamiento de esas tropas fue
en un punto llamado Rellano, en el desierto de Chihuahua, el 23 de marzo de
1912 y resultó trágico para los federales, al recibir el impacto de una
locomotora con explosivos, la respuesta fue tardía y el Gral. José González Salas,
quien había dejado la Secretaría de Guerra y Marina, para dirigir el
contingente federal, al sentirse culpable de la derrota, se suicidó. Los trenes
cargados de heridos regresaron a Torreón. Entonces, el Gral. Victoriano Huerta
recibió el mando del ejército maderista para controlar el avance de Orozco.
Francisco Villa se presentó ante Huerta, en forma voluntaria, para prestar los
servicios de su gente en contra de los rebeldes. Entretanto, Orozco tenía
dificultades para pasar armas de Estados Unidos y sus recursos económicos
disminuían.
En el avance del ejército, Villa recibió
la orden de explorar la ruta ferroviaria y encontró dinamita debajo de los
rieles, colocada por el enemigo. Esto se lo comunicó a Huerta, ellos planearon el
ataque y echaron en desbandada a las tropas orozquistas, cerca de la estación
de Conejos. De ahí, reemprendieron su marcha hacia el norte, para otro combate
en Rellano, ahora los días 22 y 23 de mayo; en esta ocasión, los rebeldes no
aguantaron la artillería superior y mejor organizada de los federales. Ahí,
empezó el declive de la revolución orozquista.
Huerta continuó hacia el norte, aunque a
principios de junio retrocedió, sólo para abastecerse de provisiones;
enseguida, continuó la persecución de los insurrectos. Con una tropa
desmoralizada, Orozco decidió dar batalla en Bachimba, donde fue el combate
definitivo de esa revuelta, el 3 de julio de 1912. Los rebeldes se retiraron a
la ciudad de Chihuahua y luego, a Ciudad Juárez, último reducto orozquista
capturado el 16 de agosto de ese año. Huerta regresó triunfalista a la capital,
con la esperanza de que, los resultados de su campaña fueran bien compensados;
empero, el presidente externó simples frases de agradecimiento al militar,
quien empezó a gestar sentimientos de rencor en contra de Madero.
El
16 de septiembre de 1912, el Presidente de la República rindió el informe
oficial de labores correspondiente a su año administrativo en el Congreso de la
Unión. Frente a diputados y senadores, expresó los ideales de su lucha, en los
términos siguientes: …. “La atención pública se ha preocupado, fuertemente, con
motivo de los desórdenes públicos ocurridos en el último semestre.……. Esperemos que de hoy en adelante, México
despertará a una paz inalterable, porque los principios de la efectividad del
sufragio y de la no reelección, conquistados por la revolución de 1910, serán
la mejor garantía del regular funcionamiento de las instituciones republicanas…….”.
En el auditorio había dos facciones, el grupo Renovador con ideología revolucionaria y el
Cuadrilátero de tendencias neoporfiristas.
Un mes después, recibió noticias de otra
sublevación en el puerto de Veracruz. Ahora, se trataba del levantamiento del
Gral. Félix Díaz, sobrino de don Porfirio. En su proclama, convocaba en forma especial
al ejército, para “imponer la paz por medio de la justicia”. Pero, su llamado
no tuvo respuesta significativa. Madero dispuso enviar a dos mil hombres para
aplacar al insubordinado y la mañana del 22 de octubre, después de una riña sin
importancia, el apodado “sobrino de su tío” fue apresado y condenado a muerte
por un consejo de guerra extraordinario reunido en Veracruz.
Sin embargo, un grupo de damas de la
aristocracia porfiriana suplicaron el perdón para el condenado y la intercesión
del abogado Rodolfo Reyes, hijo del Gral. Bernardo, lograron no aplicar la
sentencia militar y pasar su caso a tribunales civiles. El preso fue recluido
en las mazmorras de San Juan de Ulúa del puerto, para luego trasladarlo a la
Penitenciaría de la ciudad de México.
Los enemigos declarados del régimen
maderista, aunque en celdas, seguían latentes. Además, la conveniencia de su
desaparición para intereses extranjeros, empezó a buscar formas, para atizar
conspiraciones en contra del gobierno nacional. Sobretodo, si eran
representados por diplomáticos deshonestos. El caso manifiesto de este tipo lo
encarnó Henry Lane Wilson, embajador de los Estados Unidos. Éste se presentó en
la casa del Secretario de Gobernación, Lic. Rafael Hernández, a fines de 1912,
para solicitar su intervención ante la Presidencia con el fin de asignarle una
dieta de cincuenta mil pesos anuales, para complementarlo a su escaso sueldo y poder
solventar el boato necesario exigido por su cargo. Él explicó que, don Porfirio
Díaz le otorgaba un subsidio mensual decoroso y eso mismo esperaba del nuevo
presidente. La negativa de Madero a esa petición, motivó el encono de Wilson y
se convirtió en colaborador de los conspiradores mexicanos.
Los inconformes en contra del vencedor
de la dictadura anterior estaban ávidos, para planear el derrocamiento del paladín
revolucionario.
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