jueves, 20 de marzo de 2014

A MÁS DE DOS SIGLOS DEL INICIO DEL MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA

A MÁS DE DOS SIGLOS DEL INICIO DEL MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA

La Primera Etapa de la Guerra Insurgente.
(Tercera Parte)

José M. Luna Lastra
Soc. Monclovense de Historia


La caravana partió de Saltillo por el rumbo de San Nicolás de la Capellanía (Ramos Arizpe) y ese día pernoctaron en la Hacienda de Santa María. Al amanecer del día 17 reemprendieron la marcha, subieron la pendiente de la Cuesta del Cabrito y los más avanzados, en la tarde, llegaron a la Hacienda de Mesillas. A este lugar siguieron llegando grupos durante toda la noche y en la mañana del lunes 18 continuaron su camino.

Los de la vanguardia llegaron hasta la Hacienda de Anhelo y los rezagados se quedaron en Paredón. El día 19 realizaron el trayecto más largo y difícil ya que avanzaron cosa de 40 kilómetros entre crestones y desfiladeros, hasta llegar a la ranchería de Espinazo. El miércoles 20 de marzo los grupos delanteros avanzaron hasta La Joya y los demás acamparon en otros puntos. Todos venían hambrientos, con sed y sumamente cansados; los terrenos que ahora transitaban, distaban mucho de parecerse a las campiñas del Bajío.

Cuando Elizondo advirtió la proximidad de los insurgentes, partió hacia Baján acompañado de unos 200 hombres. A ese lugar llegaron el 20 de marzo por la mañana. La noche de ese día envió un emisario con una carta dirigida a Mariano Jiménez, firmada por el secretario de Aranda, en la que le informaba que se les estaría esperando en Norias de Baján para darles escolta. En la madrugada del 21 de marzo, Elizondo se adelantó con 50 jinetes  y los distribuyó en el camino a manera de comitiva de recibimiento para los insurgentes.

Fray Gregorio de la Concepción (un religioso dominico) y unos acompañantes, aparecieron como vanguardia del ejército rebelde y de inmediato fueron apresados. Detrás de ellos venía un grupo comandado por un teniente originario de Saltillo que, pasada la columna de Elizondo, fueron intimidados por Vicente Flores (hijo de   Tomas Flores) para su rendición. Ante la negativa del teniente y en un intento por tomar su pistola, fue victimado por Flores. Los demás soldados se rindieron.

En seguida venían carruajes, con largos trechos entre unos y otros; los cuatro primeros eran ocupados por mujeres y por clérigos.

En el quinto coche viajaban los generales Allende, Jiménez, Arias, Juan Ignacio Ramón, Indalecio Allende (hijo de Ignacio) y una mujer. A una señal de Elizondo, fueron rodeados por Vicente Flores y su gente y se les ordenó entregar las armas en nombre del Rey. Allende abrió fuego con su pistola pero la respuesta fue una descarga que mató a Indalecio e hirió de gravedad al Gral. Arias.

Ya desarmados y debidamente atados los caudillos, fueron enviados a Baján en el mismo coche en que venían y bajo una fuerte guardia.

En el siguiente coche viajaban unos frailes y los dos agentes que habían sido enviados a Saltillo como espías: Sebastián Rodríguez y el Barón de Bastrop.

Después de cinco carruajes más, se vio llegar a lo lejos uno que fue identificado por los prisioneros como el que ocupaba don Miguel Hidalgo, pero cuando se detuvo, se dieron cuenta de que el cura no se hallaba entre los pasajeros. Por fin, a la distancia, se le vio acercarse montado en un caballo negro, acompañado de un clérigo y al frente de una partida de 40 soldados.

Elizondo les formó valla, mandó a sus hombres presentar armas y los dejó pasar. Al llegar a donde estaba   Tomas Flores y su gente, de inmediato fueron rodeados y se les ordenó rendirse. Hidalgo trató de sacar su pistola al tiempo que Vicente Flores le sujetaba el brazo y le decía: ... “si piensa usted en hacer armas, es perdido, porque ahorita le hará fuego la tropa y acabará con todos”...  Ahí acabó todo.

Solamente uno de los principales jefes insurgentes logró evadirse y fue este José Rafael Iriarte quien, con el grueso de la caballería, protegía la retaguardia. Iriarte que a lo lejos presenciaba la rendición, acobardado y al frente de sus hombres, regresó a Saltillo. A su llegada don Ignacio López Rayón le formó un consejo de guerra y lo fusiló en las afueras de la población, en el arroyo que lleva su nombre.

Esa noche fue de gran inquietud para los realistas acampados en Baján. Los hombres se dividieron en cinco guardias: una, en la casa destinada a los generales y clérigos prisioneros; otra, para las cargas de plata y reales; otra para los soldados insurgentes; una más para las mujeres y la ultima para la vigilancia de todas las mulas y caballos.

Finalmente, para tranquilidad de Elizondo, entre las nueve y las diez de la noche llegaron los refuerzos de Monclova con más de 400 hombres, al mando de Pedro Nolasco Carrasco y del Teniente Coronel Salcedo.

Al día siguiente los jefes, clérigos, frailes y mujeres, fueron llevados a Monclova en los 14 coches que les habían capturado. El resto de los prisioneros hicieron el viaje a pie, maniatados y con collera.


Así terminó para desgracia de los insurgentes, una de las operaciones más exitosas en la historia de la guerra. En unas cuantas horas menos de 400 hombres, sin haber sufrido una sola baja, capturaron a unos 900 enemigos, entre los que se contaban sus principales caudillos, gran cantidad de pertrechos, 27 cañones y un inmenso botín que según las cuentas de don Manuel Royuela ascendía a 177,369 pesos mas real y medio y la plata en barras que pesaba 96,478 marcos, poco más de 22 toneladas de plata. Todo este tesoro requirió para su transporte no menos de 220 mulas robustas.



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