A 101 AÑOS DEL PLAN DE GUADALUPE
Ramón
Williamson Bosque
Sociedad
Monclovense de Historia, A. C.
Cronista
de Monclova
El martes 18 de febrero
de 1913, el presidente Francisco I Madero, el vicepresidente José María Pino
Suárez y colaboradores leales al gobierno legítimo fueron apresados en Palacio
Nacional. Los intrigantes maquinaron un ardid y a ellos se adhirió el Gral.
Victoriano Huerta, recientemente, nombrado jefe de armas de la plaza para
defender a las autoridades constitucionales. En forma inmediata, este aciago
personaje giró un telegrama a todos los gobernadores de la república, para
avisar que los mandatarios estaban presos y que el Senado lo había autorizado
a asumir la Presidencia de México.
Aunque hubo algunos estados que no vieron adecuadas esas acciones, sólo en
Coahuila se hicieron los preparativos legales y bélicos, para contrarrestar la
usurpación de poderes y las violaciones al constitucionalismo.
El jueves 20, don
Venustiano telegrafió al Senado de la República, para advertir su
desconocimiento a Huerta, en base a la autorización concedida por el Congreso
de Coahuila. Sin embargo, los integrantes del gobierno impostor tomaron
protesta ese día.
Eso no amedrantó a los
legisladores coahuilenses y editaron circulares para declarar los actos
ilegales violatorios al constitucionalismo nacional. Se
editó una circular para excitar al movimiento legitimista y se preocuparon por
su difusión. El presidente del Congreso, Atilano Barrera, originario de Abasolo, entregó copias de ese texto a dos
diputados sonorenses, Roberto V. Pesqueira y Adolfo de la Huerta, el primero de
la legislatura federal y el segundo miembro del órgano legislativo local de Sonora, procedentes de
la ciudad de México. Ellos pasaron por Estación Monclova, el 21 de febrero de
1913, con intención de dirigirse a su entidad, iban temerosos de ser víctimas
de las tropelías cometidas por el usurpador Huerta, en los días del cuartelazo.
En esa localidad ferrocarrilera, los diputados solicitaron una conferencia
telegráfica a Saltillo, con el gobernador Carranza, quien no contestó en forma
personal; sólo mandó decirles que, ya se había dirigido al gobernador de
Sonora, José María Maytorena, animándolo a cumplir su deber cívico y en caso de
que no diera respuesta afirmativa, los diputados debían iniciar el movimiento
armado en su estado. Éstos contestaron en forma positiva, quedando a las
órdenes del movimiento encabezado por Carranza, del cual ya estaban enterados.
Don Venustiano agradeció la disposición patriótica de esos legisladores.
Ese viernes 21, el Cónsul de Estados Unidos en Saltillo, Philip Holland,
acatando instrucciones del embajador Henry Lane Wilson, visitó a Carranza para
persuadirlo a reconocer a Huerta. Existe confusión si el intérprete, señor J.
L. Silliman, no entendió bien lo declarado o si el gobernante expresó algo
ambiguo, con el propósito de aventajar tiempo en los preparativos para su
lucha. El caso fue que Silliman telegrafió, para reportar que el gobernador
estaba conforme con el nuevo gobierno.
La noche del sábado 22 de febrero de 1913, se consumó el magnicidio
perpetrado en forma confabulada y cobarde. El domingo, la población
capitalina despertó sobresaltada por la
infausta noticia, sin creer las versiones oficiales pueriles de los sucesos.
Como pólvora encendida, la nefasta novedad cundió por todo el territorio
nacional y más allá de las fronteras.
Entre los mexicanos, imperaba la necesidad de lavar la vergonzosa
deshonra; esa misma fecha, el Gobernador de Coahuila vistió el traje de
campaña, montó un magnífico caballo azabache, salió de Saltillo y se dirigió a
Ramos Arizpe; ahí, dictó un telegrama al presidente Taft, para expresarle el
injustificado reconocimiento que el mandatario estadounidense acababa de hacer
al gobierno emanado de la traición y el crimen.
Carranza regresó a Saltillo, para dar disposiciones a sus subalternos y
salió con doscientos hombres al mando de Luis Garfias y Francisco Coss, rumbo a
Monclova, donde ya estaban Jesús Carranza y Cesáreo Castro, procedente de Torreón;
entretanto, Pablo González, marchaba de Meoqui, Chih. al punto señalado y
fuerzas dispersas dejaban diversas estaciones de ferrocarril, entre Saltillo y
Piedras Negras, al ser concentradas por Lucio Blanco y Francisco Sánchez
Herrera.
Carranza pasó revista a las fuerzas de Garfias, Jacinto B. Treviño, Aldo
Baroni y Alejo González, el 22 de febrero; además, envió a los diputados
locales a Monclova. La madrugada del 25, volvió a Saltillo, donde recibió
presiones de gobernadores de otros estados y amigos personales, para que
desistiera de sus intentos de rebelión. Contrario a esas sugerencias, él giró
órdenes a sus seguidores para prepararse a una larga lucha y bloquear las comunicaciones utilizables para
el ejército federal. Mientras, su gente siguió concentrándose en Monclova.
El caudillo seguía con sus preparativos en su jurisdicción; él estuvo en
Arteaga del 27 de febrero al 3 de marzo, con el propósito de volver a Saltillo,
cuando fuera necesario y escuchar propuestas de representantes del nuevo
gobierno. De ahí, pasó a Ramos Arizpe y el 5, salió al norte. Ya entonces,
había conseguido un empréstito de $300,000.00 pesos de diferentes bancos de
Coahuila y Nuevo León.
El jefe revolucionario volvió al sur y en Ramos Arizpe fue informado de
una próxima llegada de un destacamento militar huertista. Él protegió a su
gente en la sierra de Arteaga, donde les dio instrucciones estratégicas.
Atacaron la pequeña guarnición del gobierno de Saltillo, pero la llegada
anunciada de tropas del gobierno, los obligó a retirarse por el camino a
Monclova.
Ese plan era un manifiesto a la nación y constaba de siete artículos para
rechazar a las autoridades espurias de los poderes ejecutivo y legislativo, así
como a los gobiernos estatales, que continuaran reconociendo a esos mandos federales; así también, se
acordaba crear un ejército restaurador del constitucionalismo, para cumplir con
esos propósitos patrióticos. Esta bandera fue enarbolada por don Venustiano
Carranza para tomar las armas, al convocar a demás estados a secundar su plan,
con el objetivo de reinstalar la legitimidad en México.
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