A MÁS DE DOS SIGLOS DEL INICIO DEL MOVIMIENTO DE
INDEPENDENCIA
La Primera Etapa de la Guerra
Insurgente.
(Cuarta Parte)
José M. Luna Lastra
Soc. Monclovense de
Historia
Hidalgo y los demás jefes arribaron a Monclova el sábado
22 de marzo de 1811.
A las cinco de la tarde de ese día, se encontraban entrando a la población, a
la altura de “El Puertecito”. Desde la hora en que arribaron, hasta la mañana
del 26 de marzo, el Cura Hidalgo y sus seguidores estuvieron en la por entonces
capital de la provincia de Coahuila, en calidad de prisioneros.
Por
aquel tiempo Monclova era una somnolienta población de poco más de 5000
habitantes, incluyendo sus haciendas.
Volviendo a Pedro Aranda, decíamos que este hombre
bonachón, asumió la gubernatura de la Provincia comisionado por el Gral.
Mariano Jiménez, así que entró a la villa de Santiago de la Monclova el 18 de enero de 1811,
al mando de 500 hombres.
Comentábamos
también como surgió la contra revolución en la Provincia y de como para el 17
de marzo, a escasos de dos meses de haber asumido el cargo de Gobernador,
Aranda fue hecho prisionero por los confabulados, al mando de Ignacio Elizondo.
El
doctor José María de la Fuente, historiador originario de Monclova, en su libro
“Hidalgo Intimo”, afirma que Aranda fue aprehendido por el Cor. Elizondo en la
casa de don Ignacio Castro que.... “es una casa baja que existe aun, aunque ya
está en ruinas, situada en el extremo sureste de la ciudad, en la calle que
antes se llamaba del Molino de Coate, hoy Calle de Juárez”.. El doctor Regino Ramón, otro distinguido
historiador de Monclova, por su parte afirma que la casa estaba situada,
efectivamente, por la Calle Juárez, entre Pedro Aranda y el Callejón del Mesón
(conocido también como el Callejón de la Soledad), por la acera oriental.
Una
vez que Aranda fue hecho prisionero, se procedió a crear una Junta de Gobierno
que fue presidida por don Simón de Herrera, teniendo como Secretario a don
Bernardo Villamil. Esta Junta que dejó de funcionar el 25 de marzo, tuvo a su
cargo la coordinación del movimiento contra revolucionario en su fase de las
acciones de Baján, la recepción de los prisioneros en Monclova, y el despacho
de los cabecillas a la ciudad de Chihuahua.
Sobre
la recepción que el pueblo de Monclova dispensó a los precursores de la
independencia, existen varias versiones. El doctor de la Fuente menciona que el
Gobernador Herrera dictó ordenes para que la población se engalanara con objeto
de recibir triunfalmente al Coronel Elizondo, que conducía a los prisioneros,
pero que a pesar de sus instrucciones ... “solo algunos edificios de las calles
por donde debían pasar los prisioneros y las casas de los empleados, ostentaban
algunos adornos y por esto, muchos vecinos fueron multados y algunos encarcelados,
lo que acabó por darle a la ciudad un aspecto triste y sombrío; si bien a la
hora en que entró la tropa, la plaza y las calles del tránsito estaban llenas
de gente, esta no había ido ahí a celebrar el triunfo, sino a conocer a Hidalgo
y a regar con sus lágrimas el camino de la desgracia que recorría el héroe y
sus compañeros de infortunio”...
Por
su parte el doctor Ramón afirma que Elizondo y sus prisioneros.... “fueron
recibidos a las cinco de la tarde en el Puertecito por Herrera y todos los
miembros de la Junta de Seguridad, con una ruidosa manifestación de música y
comparsa del populacho que aclamaba ruidosamente al Rey y daban mueras a los
prisioneros, llamándoles traidores y excomulgados, con disparos de fusiles,
cohetes y repiques al vuelo de todos los templos”...
En
un intento por razonar este aspecto, conviene hacer un esfuerzo por situarnos
en la época en que se desarrollaron los acontecimientos y tal vez podamos
comprender que por aquellos días, Hidalgo, Allende, los Aldama, Abasolo y
Jiménez, eran solamente unos proscritos que subvertían el orden de un país
eminentemente realista y que además, llegaban precedidos de una fama que los
señalaba como crueles y despiadados saqueadores. La gente sabía que los
insurgentes en tan solo seis meses, habían dado muestra de su falta de piedad,
cometiendo una serie de excesos, sobre todo con los españoles peninsulares que
caían en sus manos, y en estas circunstancias, su captura tuvo que ser recibida
con júbilo por la mayoría de los habitantes de la Colonia. Quizá la versión del
doctor Ramón sea la más apegada a la realidad.
La
gente de Monclova indudablemente salió a recibir al contingente, pero debió
hacerlo, más que nada, por mera curiosidad y muy difícilmente para .. “derramar
su llanto en el camino que recorría el Cura de Dolores”.. que había permitido
el degüello de cientos de prisioneros capturados en su campaña por el Bajío.
Es
justo señalar un reconocimiento a la figura de Hidalgo, pero de un Hidalgo sin
mitos, en su justa dimensión humana y por lo tanto, sujeta a las debilidades
que caracterizan al hombre. Este Hidalgo ciertamente es muy distinto al que nos
ha presentado durante mucho tiempo, la historia oficial.
Pues
este Padre Hidalgo, con toda su humanidad, entró en la villa de Santiago de la
Monclova a eso de las seis de la tarde del 22 de marzo de 1811 y lo hizo por el
Camino Real que conducía a Saltillo, hoy conocido como Calle Zaragoza. La
comitiva llegó hasta la esquina del Callejón de los Nogales (hoy Calle Abasolo)
y dobló hacia la derecha. Más o menos a mediación de la cuadra por la acera
norte, se encontraba una forja a la sombra de un gran nogal. De acuerdo con la
tradición oral, este fue el sitio en el que Elizondo ordenó se le fabricaran y
colocaran los grilletes a Hidalgo y los demás jefes insurgentes. De la misma
forma es sabido que la forja pertenecía a un vecino de ascendencia francesa
llamado Marcos Marchant que tuvo a su cargo la fabricación de los grilletes.
Sin embargo el doctor de la Fuente en su citado libro “Hidalgo Intimo”, señala
que la herrería era conocida como la fragua del Tío Diego y que el herrero don
Nicolás Mascorro fue el encargado de poner los grillos a los prisioneros.
Una
vez debidamente asegurados, los prisioneros siguieron adelante por el Callejón de
los Nogales, hasta la siguiente esquina, donde cruzaba la Calle de la Garita,
hoy conocida como Hidalgo y por esta vía fueron conducidos hasta la Plaza de
Armas que a esas horas ya debería estar en penumbras.
El
doctor de la Fuente dice que en la Plaza de Armas.… “formaron varios grupos con
los presos para repartirlos en las prisiones; a unos los pusieron en la cárcel,
a otros en La Purísima, antigua capilla castrense situada por Zaragoza; a otros
más los pusieron en el Cuartel General de la Compañía Presidial y el resto lo
llevaron con Hidalgo y los jefes principales al Hospital”... Y aquí surge otra discrepancia.
El
doctor Ramón dice que.... “el Cura Hidalgo, Allende, Jiménez, Balleza, don Juan
Aldama y don José María Chico, todos los sacerdotes y clérigos y los
licenciados y primos don Ramón y don Manuel Garcés, fueron llevados a la casa
del Estanco del Tabaco que se había mandado preparar con este fin, en donde
quedaron presos con doble guardia y con centinelas de vista, casa que quedaba
cerca de la plaza principal, frente a la de don Antonio de Cárdenas y a un
cuarto de manzana bajando al rastro”.
Esta
casa ostentó mucho tiempo una placa que señalaba que había sido prisión de
Hidalgo, pero en los últimos años, antes de su demolición fue retirada debido a
que supuestamente consignaba un error histórico.
Por
otra parte don Daniel Menchaca quien fue el primer Cronista de Monclova,
siempre sostuvo la teoría de que el Padre Hidalgo y demás jefes, fueron
prisioneros en la Capilla de la Purísima que, como ya se dijo, era un pequeño
templo utilizado por los soldados y construido por el Camino Real, a un lado
del Palacio del Gobernador.
En
el terreno de las posibilidades, cualquiera de las versiones puede ser cierta
o, al menos, parcialmente cierta; sin embargo hasta ahora no ha sido posible
localizar ningún documento que confirme a uno de estos lugares como la prisión
de Hidalgo.
Lo
que no admite discusión, es que los aproximadamente 900 prisioneros insurgentes
capturados en Baján, tuvieron que ser distribuidos en diversos edificios de la
población, ocupando el Hospital la mayoría de ellos por ser el de más
capacidad. Desde luego el Cuartel de la Guardia, la Cárcel y la Capilla de la
Purísima, pudieron ser otros de estos lugares improvisados como prisiones.
Existen
unas memorias que escribió el soldado insurgente Pedro García, en las cuales
relata que la mayoría de los prisioneros fueron confinados en el Hospital en
condiciones de salubridad sumamente precarias.
El
doctor de la Fuente es muy categórico al opinar que el Hospital Real (Museo
Coahuila y Texas), fue la prisión del Cura Hidalgo. Cuando describe el edificio
que apenas once años antes de los acontecimientos de Baján, había sido puesto
en servicio por el Gobernador Cordero, señala que ... “entrando al zaguán,
está, a la derecha, el departamento que fue la administración, el cual se
componía de una sala y varias piezas que siguen de esta hacia el norte, y tanto
estas como la sala, tienen grandes ventanas rasgadas que se abren a dos metros
de altura sobre el nivel del piso y dan vista a la plaza (Ignacio Aldama). En
este departamento fue donde estuvieron presos Hidalgo, Allende, Jiménez, don
Juan Aldama y don Mariano Hidalgo, hermano del Cura. Hidalgo ocupó la sala y
los otros presos las demás piezas; el resto del Hospital lo ocuparon los demás
jefes y oficiales, los sacerdotes y parte de la tropa y los que allí no cupieron,
los pusieron en la Cárcel”.
El
éxito obtenido en Baján originó una serie de celebraciones oficiales en la
villa de Monclova. El doctor Ramón dice que el 23 de marzo, con este fin se
dijo ... “en la Parroquia de Santiago, con la asistencia del Gobernador,
cabildo y principales jefes y empleados políticos y militares, una misa
solemne, acompañada con salvas de fusilería y música (...) en la cual predicó
el señor Cura de San Buenaventura, don José María Galindo; y en la tarde del
propio día, después del rosario, se organizó una gran procesión presidida por
el Gobernador Herrera que llevaba a sus lados al Teniente Coronel don Manuel Salcedo
y al Capitán Ignacio Elizondo, siguiéndose un piquete de tropa, con las armas a
la generala, y luego la Virgen de Zapopan llevada en andas por los miembros de
la Junta gobernadora, para así retornarla de la Parroquia a su Santuario”...
Como
suele hacerlo en sus trabajos, el doctor Ramón no menciona la fuente de
información, ni tampoco dice nada respecto de la reacción del pueblo de
Monclova ante esta celebración; sin embargo, deja entrever que, en general, a
los habitantes de la villa les disgustó que la venerada imagen de la Virgen,
fuera utilizada para festejar la captura de los insurgentes.
Así
transcurrió el segundo día de la estancia del Padre Hidalgo en Monclova que por
entonces debió estar sacudida por los acontecimientos que vivía.
Don
Regino Ramón al afirmar que los jefes insurgentes habían sido encerrados en la
casa del Estanco del Tabaco, dice que estos fueron tratados con bastantes
consideraciones ya que disponían de espacio y suficientes alimentos. Afirmaba
el doctor que ... “de muy distinto modo fueron tratados los presos alojados en
el Estanco: Herrera mandó arreglar con anticipación esa casa, con camas y los
muebles más indispensables, y allí mismo puso varias mujeres para que
prepararan una abundante y buena alimentación para los ilustres cautivos que se
esperaban; por otra parte varias señoras de la buena sociedad, movidas por su
espíritu de piedad y filantropía, mandaron más camas, cobijas y alimentos,
contándose entre ellas la señora doña María Antonia Galindo, esposa que fue del
señor Lic. Don Rafael Eca y Múzquiz, y doña María Ignacia Montemayor, hermana
del Beneficiado de ésta, Bachiller don Juan Francisco Montemayor (Cura Párroco
de Monclova). Ambas apreciables damas conservan como precioso recuerdo de
aquella legendaria época, la primera una mascada de seda negra con el monograma
del señor Cura Hidalgo bordado en una esquina, y la segunda, una taza en la que
tomó chocolate el Padre Hidalgo cuando estuvo prisionero en esta ciudad
(Monclova)”.
Desde
que don Simón de Herrera se enteró de que el ejército insurgente había sido
capturado, procedió a dar aviso a la Comandancia General de las Provincias
Internas que tenía su sede en la ciudad de Chihuahua y de inmediato se
principiaron a efectuar los arreglos necesarios para trasladar a los cabecillas hasta aquella capital.
Amaneció el 24 de marzo que marcaba el cuarto día de cautiverio de los
insurgentes en Monclova. El doctor de la Fuente nos dice que, ese día por la
mañana... “pusieron una mesa y sillas en el patio del Hospital y ahí se sentaron
el Gobernador don Simón de Herrera, don Manuel Salcedo y el secretario
Villamil, con el fin de formar las listas de los presos que debían ser
conducidos a Chihuahua y Durango para ser juzgados, que fueron todos los
principales, y la de menos importancia que debían quedar en Monclova. La
primera lista comprendía 63 individuos en este orden: Ocho clérigos,
comprendiendo entre ellos a Hidalgo, cuatro religiosos y 51 seculares entre los
que se contaban Allende, Jiménez, Aldama, Abasolo y todos los principales
caudillos”.
Debemos
recordar que el doctor de la Fuente es quien afirma que fue el Hospital y no la
casa del Estanco del Tabaco, la cárcel de los insurgentes, incluyendo a los
jefes.
Como
se podrá ver, continúan las contradicciones entre los doctores de la Fuente y
Ramón, ahora por lo que se refiere al número de integrantes de la lista de
prisioneros que fueron conducidos a Chihuahua, ya que mientras el primero
afirma que fueron 63, el segundo indica que fueron solamente 39. En este caso,
habría que tomar como más creíble la cifra señalada por el doctor Ramón, debido
a que (ahora sí) cita algunas fuentes que le dan fuerza a su versión, entre
ellas, un comunicado dirigido por Juan de Castañeda al Brigadier don Bernardo
Bonavía, Gobernador de Durango, que está fechado en Parras el 7 de abril de 1811.
En este mensaje Castañeda avisa que conduce a Durango a un total de cuatro
religiosos y seis clérigos para que sean juzgados en dicho lugar y cita los
nombres de cada uno de ellos. La lista del doctor de la Fuente comprende cuatro
religiosos y ocho clérigos, incluyendo a Hidalgo entre estos últimos. Las
listas son muy parecidas, sin embargo el doctor Ramón se apoya en un documento
mientras que de la Fuente no lo hace.
La
mayor discrepancia se presenta en el caso de los seculares pues el doctor de la
Fuente afirma que fueron 51, mientras que el doctor Ramón dice que solamente
fueron 29 y al hablar de las penas que estos recibieron al ser juzgados en
Chihuahua, cita el nombre de cada uno de ellos, principiando con el de don
Miguel Hidalgo (quien a pesar de ser un clérigo, no fue conducido a Durango).
La cifra señalada por el doctor Ramón se parece a la que indica Riva Palacio en
su obra “México a través de los Siglos”. Este renombrado historiador dice que
fueron 24 los procesados en Chihuahua y
... “algunos otros”.
La
noche del 25 de marzo fue la última que pasaron en Monclova los caudillos de la
insurgencia. Muy temprano del siguiente día, los prisioneros fueron sacados de
sus calabozos y debidamente asegurados emprendieron el largo camino que los
habría de conducir hasta Chihuahua. El doctor Ramón narra detalladamente las
condiciones en que los precursores de nuestra independencia fueron conducidos y
su relato no deja de producir sentimientos de conmiseración por todos aquellos
hombres que soñaron con un México libre de la dominación española.
Así
transcurrieron los acontecimientos que de buenas a primeras hicieron figurar a
la pequeña villa de Monclova, en el mapa del Virreinato. Como se podrá
concluir, existen muchos aspectos pendientes de aclarar o quizá nunca podrán
aclararse. Sin embargo, para poder juzgar los hechos de Baján, habría que
tratar de situarse en aquellos días que sucedieron, olvidándonos un poco de la
historia oficial.