A 101 AÑOS DE LA DECENA TRÁGICA
Pacto
de la Embajada y Renuncia del Presidente Madero
18
a 20 de Febrero de 1913
(Quinta
Parte)
El 18 de febrero de 1913, a las nueve y
media de la noche, los señores Victoriano Huerta y Félix Díaz se reunieron en
la Embajada de Estados Unidos de la ciudad de México, donde acordaron los
puntos siguiente: desconocer el Poder Ejecutivo de don Francisco I Madero;
entregar la autoridad suprema al mismo Huerta y a los miembros de su gabinete,
antes de 72 horas; el Gral. Díaz declinaba formar parte de ese gabinete, para
estar en condiciones de contender en las elecciones siguientes; hacer la
notificación oficial de esos cambios de mando a las delegaciones extranjeras; e
invitar a los revolucionarios a cesar hostilidades. Originalmente, este
convenio se dio a conocer con el nombre de Pacto de La Ciudadela, pero ahora es
mejor conocido como Pacto de la Embajada, por el lugar donde se firmó, ya que
el embajador estadounidense, Henry Lane Wilson, facilitó todos los medios a los
complotistas.

Mientras en la capital del país, antes
del amanecer del martes 19, los felicistas continuaban su festín sanguinario,
en La Ciudadela. Después del cruel martirio perpetrado en contra de don Gustavo
A. Madero, fueron fusilados el capitán Adolfo Bassó y Manuel Oviedo, periodista
y jefe político de Tacubaya.
Madero y Pino Suárez fueron visitados en
su prisión por un general huertista, para exigirles sus renuncias respectivas;
pues, si se oponían a ello sus vidas y las de sus partidarios peligrarían, en
cambio, al ceder tenían la garantía de ser liberados. Ante la gravedad del
asunto y con objeto de dar formalidad al acto, el presidente pidió la
intervención diplomática y propuso la presencia de los ministros de Cuba y
Chile. Además, Madero exigía respetar el orden constitucional de los estados,
la libertad de su hermano Gustavo y del Gral. Felipe Ángeles, para ser
conducidos con sus familias al puerto de Veracruz, donde se embarcarían al
extranjero; entonces, ignoraba el trágico fin del primero. Huerta aceptó estas
condiciones, incluyendo la referente a su hermano.
De ese modo, al saber la aceptación de
requerimientos y después de distintas propuestas entre ambos personajes, ellos
tomaron el acuerdo de hacer una redacción escueta con las palabras siguientes:
“Ciudadanos Secretarios de la Honorable Cámara de Diputados: En vista de los
acontecimientos que se han desarrollado de ayer a acá en la Nación, y para dar
mayor tranquilidad de ella, hacemos formal renuncia de los cargos de Presidente
y Vicepresidente para los cuales fuimos elegidos. Protestamos lo necesario.
México, febrero 19 de 1913. Francisco I. Madero. José Ma. Pino Suárez”. Pedro
Lascuráin, Ministro de Relaciones Exteriores, presentó la renuncia ante el
Congreso de la Unión, el documento fue sometido a votación; el cual, debido al
temor reinante por las ametralladoras que apuntaban al recinto, se aprobó por
mayoría, sólo hubo contadas honrosas excepciones contrarias a su aprobación.
Esa mañana, el usurpador redactó un
telegrama al presidente Taft, en los términos vergonzosos siguientes: “Tengo el
honor de informar a usted que he derrocado este gobierno. Las fuerzas están
conmigo y desde hoy reinará la paz y la prosperidad. Su obediente servidor.
Victoriano Huerta”. Pero, este servil firmante nunca pensó redactar la carta de
garantías solicitadas y acordadas con Madero.

El mismo día 19, el gobernador Carranza
por medio de un decreto, dio a conocer la resolución tomada por la XXII
Legislatura del Estado, para desconocer a Huerta como presidente de México y
para conceder facultades extraordinarias al ejecutivo coahuilense, en todos los
ramos de la administración pública, así como para que procediera a armar fuerzas
con objeto de coadyuvar al sostenimiento del orden constitucional en el país.
También, en ese documento, se incitaba a los gobernadores de las demás
entidades y a jefes de tropas federales para secundar las medidas tomadas en
Coahuila. Los gobiernos de Sonora, San Luis Potosí y Aguascalientes,
simpatizaban con la idea de Carranza, pero no respondieron de inmediato.
Esa tarde, Félix Díaz salió de su
reducto de batalla, La Ciudadela, escoltado por sus cómplices militares, para
dirigirse a Palacio Nacional, en su camino sus partidarios lo aplaudieron. El
nuevo presidente lo recibió con un caluroso abrazo, suponiendo que, con la
ejecución del cuartelazo tramado por
ambos, iba a empezar una era de paz. Sin embargo, aparte de la bandera de
protesta levantada con dignidad en Coahuila, se fueron notando más focos de
inconformidad en otros estados, como en Sonora, donde Álvaro Obregón y Benjamín
Hill comprometieron sus armas para oponerse a la felonía huertista, aunque no
recibieron el apoyo del gobernador en turno, José María Maytorena; en
Zacatecas, don Eulalio Gutiérrez, Presidente Municipal de Concepción del Oro y
el cabildo local se expusieron a sostener el gobierno legítimo de Madero; y los
zapatistas reanudaron sus ataques, ahora contra los huertistas en puntos
cercanos a la villa de Tlalpan.

En forma astuta y artera, ese grupo pérfido siguió tejiendo la red de intrigas, para tender la trampa destinada a eliminar al
prócer Madero y a su colaborador Pino Suárez.
R.
W. B.
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