Mártir de la Revolución,
a 139 años de su natalicio
a 139 años de su natalicio
Ramón Williamson
Bosque
Cronista de Monclova
Sociedad Monclovense de Historia, A.C.
El 16 de enero de 1875, nació Gustavo Adolfo Madero González
en la hacienda El Rosario de Parras. Fue el segundo hijo de Francisco Madero
Hernández y Mercedes González Treviño; además, ellos procrearon a Francisco
Ignacio, el primogénito y otros catorce hijos, aunque uno falleció de siete
años de edad.
Respecto a sus dos hijos mayores, doña Mercedes comentó en
una entrevista: “Francisco, en los primeros años de su niñez, era un tanto
enfermizo y de temperamento triste, Gustavo era de carácter muy distinto por lo
impetuoso, quien contagiaba con sus inquietudes a su hermano mayor y lo
obligaba, frecuentemente, a cometer travesuras que estaban fuera de su
temperamento…..”.
Ambos aprendieron las primeras letras con institutrices en la
casa paterna; posteriormente, fueron internados en el colegio jesuita de San
Juan Nepomuceno en Saltillo. En ese lapso, Gustavo recibió un pelotazo en el
ojo izquierdo, que le causó molestias continuas, hasta que hubo necesidad de
ponerle un ojo artificial de vidrio y desde entonces, él usó anteojos. Este
dato, como otros, fue tomado del trabajo de investigación de Begoña C.
Hernández y Lazo, en su tesis de maestría de Historia por la U.N.A.M.
En 1886, los dos hermanos ingresaron al Saint Mary´s College
de Baltimore, Estados Unidos y poco después, continuaron sus estudios en París.
Ahí, se inscribieron en el Colegio Chaptel, pasaron al Liceo de Versalles y
luego, a la Escuela de Altos Estudios Comerciales. Con muy buena preparación
académica, regresaron a su tierra natal y a fines de 1892, se dirigieron a la
Universidad de Berkley, California para especializarse en agricultura,
particularmente, en el cultivo del algodón.
En 1898, Gustavo casó con su prima hermana Carolina
Villarreal Madero y tuvieron siete hijos. Posteriormente, se fue a Lagos de
Moreno a trabajar en la fábrica de
hilados y tejidos La Victoria, para hacerla más productiva. Por otro lado, con
su padre y hermanos, tenía participaciones en compañías mineras en diferentes
partes del país. También, inició una empresa de salinas para con lo producido
beneficiar minerales.
A principios del siglo XX, los hermanos Madero se perfilaban
como destacados empresarios. Siguieron trabajando en negocios de litografía,
encuadernaciones, impresiones, aguardiente y algodón. No obstante su
prosperidad económica, notaban el favoritismo a la inversión extranjera, la
corrupción en los diversos niveles de gobierno y el malestar social en la
población.
En mayo de 1905, Gustavo viajó a la ciudad de México a la
convención de los Partidos
Independientes de Coahuila y demostró su inexperiencia política. Su fallida
participación en ese campo, lo hizo regresar a las cuestiones financieras.
Aprovechó ventajas de la recolección de algodón, de la distribución del
aguardiente, de la explotación de cobre y creó compañías guayuleras, para
satisfacer la demanda internacional creciente de esa época; así como, fábricas de
durmientes para ferrocarriles, necesarios para la expansión de ese medio de
transporte. En 1908, estableció su residencia en Monterrey.
Ese mismo año, su hermano Francisco analizó las
circunstancias políticas y económicas del país y escribió La Sucesión
Presidencial en 1910, en San Pedro de las Colonias. Gustavo recibió un ejemplar
y la encomienda de preocuparse por cambiar los destinos de la patria. Se esmeró
en distribuir copias de la obra en Nuevo León y en formar clubes democráticos.
A principios de 1910, Gustavo realizó un viaje a Washington,
D.C., a negociar un préstamo para sus empresas; pero, pronto regresó, al recibir
noticias de su esposa sobre su abuelo Evaristo, quien estaba enfermo, en San
Antonio, Tex., allá se dirigió. Se enteró de los éxitos de su hermano
Francisco, al fundar los grupos antirreleccionistas y el apoyo popular brindado
para contender por la presidencia de la república. Después de atender a su
abuelo y a sus negocios, volvió a preocuparse por apoyar a su hermano, en su
campaña proselitista, como candidato del Partido Antirreleccionista, a la
presidencia de la República.
Francisco fue apresado
en Monterrey y enviado a la penitenciaría de San Luis Potosí; entonces, Gustavo
fue al Distrito Federal a entrevistarse con partidarios, para solucionar el
caso de su hermano. Empero, le llegaron noticias para cerrar un caso comercial
en Francia. Permaneció en la ciudad de
México, con sus correligionarios para auxiliar a su hermano y siguió tratando
las necesidades comerciales para cubrir demandas con ramales ferroviarias.
Mientras, Francisco terminaba la redacción del Plan de San Luis en San Antonio,
Tex., para convocar al levantamiento armado el 20 de noviembre de 1910.
Gustavo decidió dar
prioridad a la lucha de su hermano y el 10 de octubre, fue detenido por la
policía secreta acusado de agente antirreleccionista, luego recluido en la
cárcel de Belén. No obstante, gracias a la intervención de una empresa francesa
con la cual negociaba, el gobierno de ese país solicitó su liberación y Gustavo
regresó a Monterrey, sólo para preparar su exilio a Estados Unidos. Allá, los
hermanos decidieron invertir sus capitales en la adquisición de armas y
pertrechos de guerra.
La convocatoria del Plan de San Luis no tuvo la respuesta
esperada, lo cual desanimó a los estrategas revolucionarios. Gustavo se
encontraba en Nueva York, para arreglar el contrato de durmientes ferroviarios
con una empresa francesa, pero el trato se suspendió, debido al movimiento
armado. Pretendió hacer planes con su esposa para emigrar, pues sabía que al
regresar a México, en forma continua, sería vigilado por detectives del
gobierno porfirista. Se dio cuenta que, la única opción era el triunfo de la
lucha armada y pronto cambió su ánimo, al enterarse de las victorias de los
insurrectos en Chihuahua. Luego, nuevos levantamientos en Coahuila, Zacatecas,
Durango y Veracruz dieron más esperanzas a los maderistas.
Hubo un momento en que el problema financiero se hizo crítico.
Francisco citó a su hermano Gustavo y a otros partidarios, para formar una
comisión con objeto de obtener préstamos; sin embargo, pronto se notó que la
chispa revolucionaria se había expandido y los levantados se autofinanciaban.
Esto motivó que, el ejército federal se debilitara con prontitud. Los combates
en Chihuahua continuaron hasta que, los Tratados de Ciudad Juárez fueron
firmados, donde se acordaba la renuncia de Porfirio Díaz a la presidencia de la
República, el 21 de mayo de 1911.
Todavía, en esas fechas, Gustavo consiguió un préstamo
importante en dólares, de la empresa petrolera Standard Oil, para solventar
cualquier contingencia que se presentara en la lucha.
Una vez derrocado el gobierno de Díaz, Gustavo organizó el Partido Constitucional
Progresista, que sustituyó al Partido Antirreleccionista. Fue elegido diputado
a la XXVI Legislatura y criticado por los
periodistas, acostumbrados a recibir prebendas, del régimen anterior;
pues, en esa administración se suspendieron las dádivas destinadas a los
reporteros aduladores de las autoridades; por eso, en forma satírica lo
llamaban “Ojo Parado”, debido a su ojo de vidrio, sustituto del perdido en la
infancia.
Inclusive, Gustavo censuró
el proceder político de su hermano Francisco, a quien le recomendó retirar de
su gabinete a varios ministros de ideas conservadoras, por obstaculizar la
aplicación de las reformas revolucionarias. Esto levantó encono en los
afectados y se dispuso asignarle la representación de la Embajada en Japón, a
principios de 1913. Pronto, en febrero, inició la Decena Trágica, con la
manifestación del golpe de estado fraguado por el Gral. Bernardo Reyes, Félix
Díaz y Manuel Mondragón.
Gustavo ya había advertido a su hermano Francisco de la
perfidia de Victoriano Huerta, pero desatendió la recomendación fraterna y dio
el nombramiento de comandante de la guarnición de la ciudad de México a Huerta,
en sustitución de Lauro Villar, quien acababa de resultar herido en el ataque a
Palacio Nacional por el Gral. Reyes.
El 18
de febrero, Gustavo fue invitado a un almuerzo en el restaurant Gambrinus, al
terminar fue hecho prisionero y llevado al cuartel militar de La Ciudadela; esa
noche, un tribunal maquinado lo condenó a muerte. Vicente Casarrubias y Alfonso
Taracena narran el dramático final de este personaje: “Noventa o cien se
abalanzaron sobre el indefenso prisionero; y a puntapiés, a bofetadas y a
palos, lo llevaron al patio………. chorreando sangre, con el rostro descompuesto
por los golpes, entre un coro diabólico de burlas y blasfemias, con los
cabellos en desorden y las ropas destrozadas……. se aferró con ambas manos al
marco de la puerta y ofreció dinero, suplicó a sus feroces victimarios que no
lo mataran; recordó a su esposa y a sus hijos….. Los ciudadelos rieron y a cada
frase le llamaban cobarde. Uno dio el ejemplo, un desertor del batallón 29 de
apellido Melgarejo, con su bayoneta le sacó el único ojo que tenía. Ciego don
Gustavo, lanzó un doloroso grito de terror y desesperación. Se encogió, con
violencia de resorte, y luego, quedó mudo….”.
Martirizado de esa forma, terminó la vida de un
colaborador coahuilense del movimiento democrático de la Revolución Mexicana.
Actualmente, una delegación política del Distrito Federal, en su honor, lleva
su nombre.
Don Evaristo Madero Elizondo con su hijo Francisco a la izquierda y su nuera Mercedes González de Madero a la derecha y los hijos y nietos de este matrimonio. Don Gustavo A. Madero González es el segundo de izquierda a derecha de
pie. Abajo de él, sentada su esposa Carola Villarreal de Madero.
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