jueves, 17 de abril de 2014

A 101 AÑOS DE LA CONVENCIÓN DE MONCLOVA

A 101 AÑOS DE LA CONVENCIÓN DE MONCLOVA
                                                                                                                        Ramón Williamson Bosque


“Se ve pues, que la fecha que debía conmemorarse no es la del 26 de marzo, sino la del 18 de abril (Convención de Monclova), como aniversario del Plan de Guadalupe, ya que fue entonces cuando tomó forma y se consideró seriamente el proyecto, que habían suscrito algunos ayudantes o amigos del señor Carranza”. Esto lo escribió Adolfo de la Huerta, ex presidente de México y firmante del convenio de Monclova, como representante de los poderes ejecutivo y legislativo de Sonora, el 18 de abril de 1913. Su conclusión la plasmó en sus Memorias, después de haber considerado que el Plan de Guadalupe “…. no era más que un proyecto de algunos jóvenes ……para orientar en ese sentido la opinión a fin de que prevaleciera en la convención, pero no era un documento formal …….. Tal proyecto no podía tener la aprobación de Carranza, ni su aceptación de la primera jefatura, cosa que, por otra parte, hubiera sido inoportuna, ya que no había sido efectuada la convención en la que habría de señalarse primer jefe…….”.  

Durante los días de la Decena Trágica, Adolfo de la Huerta y Roberto V. Pesqueira pasaron por Estación Monclova; en ese entonces, el primero era miembro del congreso local de Sonora y el segundo era legislador federal. Ellos habían abordado el tren en la ciudad de México, con dirección a su entidad. Iban temerosos de ser víctimas de las tropelías cometidas por el usurpador Huerta, en contra de quienes se opusieran a sus designios.

Estos diputados sonorenses recibieron una circular emitida por el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, para excitar a un movimiento legitimista contra la acción usurpadora, lucha con la que ambos simpatizaban. En la estación ferroviaria mencionada, los legisladores solicitaron una conferencia telegráfica a Saltillo, con el gobernador Carranza, quien no contestó en forma personal; sólo mandó decirles que, ya se había dirigido al gobernador de Sonora, José María Maytorena, animándolo a cumplir su deber cívico y en caso de que no diera respuesta afirmativa, los diputados debían iniciar el movimiento armado en su estado. Éstos respondieron quedar a las órdenes del movimiento encabezado por el mandatario coahuilense. Don Venustiano agradeció la disposición de los sonorenses.

En cuanto se conoció la noticia del magnicidio perpetrado en contra del Presidente, Madero y del Vicepresidente, Pino Suárez, el pueblo mexicano se indignó y protestó, como en varios municipios de Sonora, donde hubo alzamientos armados. Sin embargo, las autoridades no se atrevían a interpretar, en forma abierta, el sentir popular; tal fue el caso de Maytorena, quien procuró aminorar la situación de intranquilidad en su jurisdicción y en forma cómoda, reconoció a los nuevos poderes implantados, en la nación. Carranza envió a su colaborador, Alfredo Breceda, para conferenciar con el mandatario sonorense, sin poder convencerlo de comprometerse a reivindicar el orden constitucional. Empero, presiones internas en ese estado, lo obligaron a desaparecer de la escena política, solicitó licencia a su  congreso pretextando motivos de salud y cruzó la frontera para dirigirse a Arizona.

Entonces, la legislatura del Estado de Sonora nombró gobernador provisional a don Ignacio L. Pesqueira. Éste convocó a sesiones extraordinarias al congreso estatal, el 3 de marzo, para analizar los sucesos trágicos de los ejecutivos federales en la capital del país y la forma irregular de cambios de poder; así como, para considerar los levantamientos  registrados en esa entidad. Dos días después, 5 de marzo, se decretó una ley para desconocer al régimen de Victoriano Huerta en esa entidad. 

En seguida, Pesqueira reorganizó la administración pública. Quitó el mando de tropas federales, al comandante en turno y confió las operaciones militares al coronel Álvaro Obregón, quien regresaba de reprimir una invasión de orozquistas, levantados contra Madero. Además, hubo designaciones de otros cargos en el ejército sonorense, para controlar diversas regiones de esa demarcación. El 8 de marzo, después de un breve enfrentamiento, Obregón tomó la plaza fronteriza de Nogales e hizo huir a los jefes federales al país vecino.

Ya para entonces, Carranza había ordenado acuartelar fuerzas irregulares de Saltillo en Monclova, comandadas por Luis Garfias y Francisco Coss, mismo punto a donde se dirigían las tropas de Jesús Carranza y Cesáreo Castro, procedentes de Torreón; de igual modo, Lucio Blanco y Francisco Sánchez Herrera fueron concentrando fuerzas dispersas de diversas estaciones de ferrocarril, para acudir a ese sitio; así como Pablo González, quien había salido de Meoqui, Chih. Dado que los regimientos federales ocupaban Monterrey, San Luis Potosí y Torreón, la región de Monclova, un poco más alejada, se consideraba sin peligro mayor. 

La madrugada del 25 de febrero, Carranza regresó a Saltillo, donde encontró una serie de peticiones escritas para tratarlo de convencer de reconocer al nuevo gobierno y el cónsul norteamericano le expresó que, el presidente de los Estados Unidos, ya había aceptado a los poderes huertistas. Inclusive, tropas federales de Monterrey fueron desplazadas rumbo a Saltillo, para advertir un ataque, en caso de permanecer en rebeldía. Como respuesta a este cúmulo de presiones, don Venustiano envió un telegrama al presidente estadounidense, William H. Taft, para reprochar su actitud de reconocimiento del gobierno espurio, ya de regreso en Ramos Arizpe, la noche de ese mismo día.  

El 26, el gobernador regresó a Saltillo, para despedir a su esposa e hijas, quienes viajaron a San Antonio, Texas; él regresó a Arteaga, donde permaneció hasta el 3 de marzo. De ahí, pasó a Ramos Arizpe y el 5, siguió al norte. Traía la intención de establecerse en la hacienda de Anhelo, donde acampó el día 6. El día siguiente,  sus fuerzas fueron sorprendidas por un destacamento federal. Los constitucionalistas huyeron en desbandada, para luego tomar el camino a Espinazo y reunirse con don Venustiano. Éste ordenó atacar la hacienda, pero sus posesionarios los rechazaron y  desanimados se dirigieron al norte.  

Carranza regresó al sur y en Ramos Arizpe recibió el aviso de la aproximación de un convoy de tropas federales procedentes de San Luis Potosí, para tomar Saltillo. Los constitucionalistas se resguardaron en la sierra de Arteaga y planearon su ataque, que duró dos días, pero no estuvieron bien coordinados y refuerzos federales llegados de Torreón hicieron retirar a los rebeldes, otra vez a Monclova. Estos descalabros militares reflejaban la mala organización de los alzados y algunos pensaban en desertar.

Un día después de esa retirada, 24 de marzo, una columna federal atacó a los sublevados en Mesilla, punto próximo a Paredón. Esa acción provocó desorden en los atacados y su jefe, con su terquedad característica, mostró torpezas estratégicas de ataque; por eso, sus amigos militares llegaron a sugerirle se abstuviera de sus tácticas ofensivas. Esas sugerencias fueron tomadas en cuenta por el líder del grupo, ya con muestras de desmembrarse. Sus pensamientos los encauzó a buscar una guía política de unificación de objetivos, bien expresados y el atardecer del 25 de marzo, llegaron a la hacienda de Guadalupe. Don Venustiano se encerró en la oficina de raya con su secretario, Alfredo Breceda, para madurar y estructurar su idea.

El 26 de marzo de 1913, los jefes y oficiales acompañantes fueron llamados para firmar un pacto, con el Gobierno Constitucional de Coahuila y con el pueblo mexicano, por lograr la restitución del orden legal en el país y el triunfo del constitucionalismo. Ese pacto llegó a denominarse Plan de Guadalupe, chispa para incitar a los inconformes con la imposición huertista.  

Cuando se dio a conocer ese acuerdo firmado por coahuilenses, se levantó una gran inquietud en todo el país y en las juntas revolucionarias texanas, que permanecían en San Antonio y en El Paso. En esta última, se encontraba el Dr. Samuel Navarro, quien había sido diputado en Chihuahua, durante el periodo del gobernador Abraham González, pero luego fue depuesto. El Dr. Navarro se trasladó a Estación Monclova y se presentó al mandatario coahuilense, el 1 de abril de 1913, para proponerle una reunión con delegados de Coahuila, Chihuahua y Sonora, con objeto de intercambiar opiniones sobre el movimiento en ciernes.

Carranza cedió a Alfredo Breceda la representación de Coahuila y lo comisionó  para que se entrevistara con los gobernadores de Sonora y Chihuahua. En principio, no hubo acuerdos, pero aceptaron reunirse con don Venustiano, personalmente. El congreso y el gobernador sonorenses designaron al diputado Adolfo de la Huerta, como representante de ese estado, para discutir opiniones y tomar acuerdos en Coahuila. De la Huerta telegrafió al gobernador coahuilense, para avisarle que él era comisionado legítimo de Sonora; por su parte, Carranza le solicitó que se entrevistara en El Paso con su sustituto Breceda. Entonces, se presentó ante éste, acompañado de Roberto V. Pesqueira, hermano del gobernador interino.

Primero, se convocó a una junta en Piedras Negras, pero luego la sede fue cambiada a Monclova. Aquí, regresó Breceda acompañado  de Pesqueira y de De la Huerta, quienes fueron presentados al gobernador de Coahuila, el 16 de abril; en seguida, llegó el Dr. Navarro, delegado de Chihuahua.

Alfredo Breceda estuvo haciendo reflexiones, basadas en las circunstancias que observaba y posteriormente, las registró en su libro “México Revolucionario”. Él consideraba que, en Coahuila y Sonora imperaban circunstancias diferentes. Mientras, el primer estado tenía el poder ejecutivo fuera de su capital, contaba con pocos recursos y el líder revolucionario era perseguido por la federación para sofocar su atrevimiento; el segundo tenía un mandatario constitucional, asentado en su sede, operando en forma normal y con un ejército de cuatro mil hombres, bien equipados. Por eso, escribió: “Era indispensable, era necesario……sobretodo y ante todo el reconocimiento del Plan de Guadalupe por el Estado de Sonora….”

El día siguiente de su llegada, los delegados visitantes  fueron invitados a cenar por don Venustiano en una casa particular, cercana al Hotel Internacional de Estación Monclova. De la Huerta y Carranza platicaron esa noche hasta la madrugada, sobre asuntos varios, en los que no mostraron afinidad de pensamiento.

No obstante, lo fundamental de la reunión en Monclova era escoger al dirigente del levantamiento armado y el 18 de abril, eligieron a don Venustiano Carranza; desde entonces, lo llamaron Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. En seguida, se realizó un intercambio de opiniones, después se redactó el acta, que inició de la forma siguiente: “En la estación de la ciudad de Monclova (Coahuila), a los diez y ocho días del mes de Abril de mil novecientos trece, reunidos los ciudadanos Roberto V. Pesqueira, Adolfo de la Huerta, delegados debidamente caracterizados por el Poder Ejecutivo y Legislatura de Sonora, respectivamente; el C. doctor Samuel Navarro, delegado por la Junta Constitucionalista de Chihuahua; el C. Alfredo Breceda, delegado por el Gobierno del Estado de Coahuila, y el C. Gobernador Constitucional de esta Entidad, D. Venustiano Carranza, se procedió a la exposición y resolución de los puntos que a continuación se expresan: …….”. En el primero, se mencionó la junta celebrada en Agua Prieta el 7 de abril, cuando se acordó la encomienda de recoger las impresiones de los gobernadores de Sonora y Coahuila, así como de los jefes militares defensores de la Constitución, esa recopilación informativa fue motivo de celebrar la reunión en Monclova; en el segundo, se expusieron los acuerdos del Plan de Guadalupe; en el tercero, los delegados de Sonora y Chihuahua manifestaron su adhesión al plan referido; en el cuarto, se acordó que Roberto V. Pesqueira pasase a Washington, como agente confidencial, con el nombramiento expreso de don Venustiano Carranza, para que tomara las acciones que más convinieran al movimiento; y en el quinto, una vez resueltos los puntos citados, para su debida constancia, se acordó levantar acta, para ser leída y suscrita de conformidad por los concurrentes citados. 

Acto seguido, el señor Carranza firmó lo acordado en el Plan de Guadalupe, secundado por los representantes de Sonora y Chihuahua, convenio levantado en el mismo lugar, Cuartel General de Monclova, esa misma fecha, 18 de abril de 1913. Se entregaron copias de este escrito a los delegados sonorenses, para que las mostraran al gobernador, al Congreso y a jefes militares de su estado. Pesqueira y De la Huerta se despidieron en forma muy cordial de los coahuilenses y regresaron a su entidad. Esto satisfizo mucho a Alfredo Breceda, pues sabía que Sonora contaba con un verdadero ejército y con experimentados jefes militares, que garantizaban un triunfo para la causa recién iniciada.

Más tarde, Breceda expresó en forma enfática: “Después de producir los anteriores documentos (Plan de Guadalupe y Convenio de Monclova), el triunfo definitivo de la Revolución podía considerarse, como un hecho consumado; pues ya Carranza contaba en Sonora con un verdadero ejército y con jefes de honor, que sabrían respetar, en todo momento, sus compromisos para con él, además de que irían hasta la victoria definitiva….”.

De esa forma, el movimiento constitucionalista se consolidó con la adhesión expresa de esos dos estados. Así, ya no estaba tan aventurado el proyecto de enfrentamiento al poderoso ejército federal, malévolamente, arrebatado por Victoriano Huerta, quien se vio obligado a renunciar, el año siguiente de su usurpación; pues, aunque ésta apareció como amenaza prepotente, el rechazo popular fue creciendo, hasta poder lavar la deshonrosa afrenta cometida en contra de la legitimidad nacional.  
                                                                                                                                                        
                                                                                                         
                                    
             

miércoles, 26 de marzo de 2014

A 101 AÑOS DEL PLAN DE GUADALUPE

A 101 AÑOS DEL PLAN DE GUADALUPE

Ramón Williamson Bosque
Sociedad Monclovense de Historia, A. C.
Cronista de Monclova

El martes 18 de febrero de 1913, el presidente Francisco I Madero, el vicepresidente José María Pino Suárez y colaboradores leales al gobierno legítimo fueron apresados en Palacio Nacional. Los intrigantes maquinaron un ardid y a ellos se adhirió el Gral. Victoriano Huerta, recientemente, nombrado jefe de armas de la plaza para defender a las autoridades constitucionales. En forma inmediata, este aciago personaje giró un telegrama a todos los gobernadores de la república, para avisar que los mandatarios estaban presos y que el Senado lo había autorizado a  asumir la Presidencia de México. Aunque hubo algunos estados que no vieron adecuadas esas acciones, sólo en Coahuila se hicieron los preparativos legales y bélicos, para contrarrestar la usurpación de poderes y las violaciones al constitucionalismo.

En efecto, Venustiano Carranza, gobernante coahuilense, en cuanto se enteró de la noticia, citó a los diputados locales para explicarles la gravedad del caso; pues, era urgente contrarrestar las acciones contrarias a la legitimidad y al decoro nacional.  Así con prontitud, el día siguiente, miércoles 19, don Venustiano emitió un oficio dirigido a la XXII Legislatura del Estado de Coahuila, una circular para excitar al movimiento reivindicador y un decreto, para desconocer al usurpador Huerta. En este último se plasmaron los dos principios básicos de rechazo a la imposición, que fueron el desconocimiento de Victoriano Huerta, en su carácter de Jefe del Poder Ejecutivo de la República; y, la concesión de facultades extraordinarias a Carranza para organizar fuerzas armadas, listas a combatir a las que sostenían el régimen espurio y coadyuvar a la recuperación del orden constitucional en el país. Asimismo, en ese documento, se incitaba a los gobernadores de las demás entidades y a jefes de tropas federales para secundar las medidas tomadas en Coahuila.

El jueves 20, don Venustiano telegrafió al Senado de la República, para advertir su desconocimiento a Huerta, en base a la autorización concedida por el Congreso de Coahuila. Sin embargo, los integrantes del gobierno impostor tomaron protesta ese día.

Eso no amedrantó a los legisladores coahuilenses y editaron circulares para declarar los actos ilegales violatorios al constitucionalismo nacional. Se editó una circular para excitar al movimiento legitimista y se preocuparon por su difusión. El presidente del Congreso, Atilano Barrera, originario de  Abasolo, entregó copias de ese texto a dos diputados sonorenses, Roberto V. Pesqueira y Adolfo de la Huerta, el primero de la legislatura federal y el segundo miembro del órgano legislativo local de Sonora, procedentes de la ciudad de México. Ellos pasaron por Estación Monclova, el 21 de febrero de 1913, con intención de dirigirse a su entidad, iban temerosos de ser víctimas de las tropelías cometidas por el usurpador Huerta, en los días del cuartelazo. En esa localidad ferrocarrilera, los diputados solicitaron una conferencia telegráfica a Saltillo, con el gobernador Carranza, quien no contestó en forma personal; sólo mandó decirles que, ya se había dirigido al gobernador de Sonora, José María Maytorena, animándolo a cumplir su deber cívico y en caso de que no diera respuesta afirmativa, los diputados debían iniciar el movimiento armado en su estado. Éstos contestaron en forma positiva, quedando a las órdenes del movimiento encabezado por Carranza, del cual ya estaban enterados. Don Venustiano agradeció la disposición patriótica de esos legisladores.

Ese viernes 21, el Cónsul de Estados Unidos en Saltillo, Philip Holland, acatando instrucciones del embajador Henry Lane Wilson, visitó a Carranza para persuadirlo a reconocer a Huerta. Existe confusión si el intérprete, señor J. L. Silliman, no entendió bien lo declarado o si el gobernante expresó algo ambiguo, con el propósito de aventajar tiempo en los preparativos para su lucha. El caso fue que Silliman telegrafió, para reportar que el gobernador estaba conforme con el nuevo gobierno. 

La noche del sábado 22 de febrero de 1913, se consumó el magnicidio perpetrado en forma confabulada y cobarde. El domingo, la población capitalina  despertó sobresaltada por la infausta noticia, sin creer las versiones oficiales pueriles de los sucesos. Como pólvora encendida, la nefasta novedad cundió por todo el territorio nacional y más allá de las fronteras.

Entre los mexicanos, imperaba la necesidad de lavar la vergonzosa deshonra; esa misma fecha, el Gobernador de Coahuila vistió el traje de campaña, montó un magnífico caballo azabache, salió de Saltillo y se dirigió a Ramos Arizpe; ahí, dictó un telegrama al presidente Taft, para expresarle el injustificado reconocimiento que el mandatario estadounidense acababa de hacer al gobierno emanado de la traición y el crimen.

Carranza regresó a Saltillo, para dar disposiciones a sus subalternos y salió con doscientos hombres al mando de Luis Garfias y Francisco Coss, rumbo a Monclova, donde ya estaban Jesús Carranza y Cesáreo Castro, procedente de Torreón; entretanto, Pablo González, marchaba de Meoqui, Chih. al punto señalado y fuerzas dispersas dejaban diversas estaciones de ferrocarril, entre Saltillo y Piedras Negras, al ser concentradas por Lucio Blanco y Francisco Sánchez Herrera.  

Carranza pasó revista a las fuerzas de Garfias, Jacinto B. Treviño, Aldo Baroni y Alejo González, el 22 de febrero; además, envió a los diputados locales a Monclova. La madrugada del 25, volvió a Saltillo, donde recibió presiones de gobernadores de otros estados y amigos personales, para que desistiera de sus intentos de rebelión. Contrario a esas sugerencias, él giró órdenes a sus seguidores para prepararse a una larga lucha y  bloquear las comunicaciones utilizables para el ejército federal. Mientras, su gente siguió concentrándose en Monclova.

El caudillo seguía con sus preparativos en su jurisdicción; él estuvo en Arteaga del 27 de febrero al 3 de marzo, con el propósito de volver a Saltillo, cuando fuera necesario y escuchar propuestas de representantes del nuevo gobierno. De ahí, pasó a Ramos Arizpe y el 5, salió al norte. Ya entonces, había conseguido un empréstito de $300,000.00 pesos de diferentes bancos de Coahuila y Nuevo León.

Con amigos leales de don Venustiano, al mando de soldados entusiastas, pero inexpertos y con poca preparación, se integró el grupo naciente de constitucionalistas, quienes fueron sorprendidos por el ejército federal en Anhelo, el 7 de marzo. En ese primer enfrentamiento los revolucionarios huyeron en desbandada. Y aunque, volvieron atacar a los federales, nuevamente, fueron rechazados. Entonces, por la vía del tren, siguieron a Monclova. Ahí, del 8 al 16 de marzo,  Carranza preparó la contraofensiva. 

El jefe revolucionario volvió al sur y en Ramos Arizpe fue informado de una próxima llegada de un destacamento militar huertista. Él protegió a su gente en la sierra de Arteaga, donde les dio instrucciones estratégicas. Atacaron la pequeña guarnición del gobierno de Saltillo, pero la llegada anunciada de tropas del gobierno, los obligó a retirarse por el camino a Monclova.

Las fallas en los ataques bélicos empezaron a desanimar a los rebeldes; entonces, se decidió imponer una guía general política. El atardecer del 25, llegaron a hacienda de Guadalupe; el día siguiente, 26 de marzo de 1913, firmaron un pacto con el Gobierno Constitucional de Coahuila y el pueblo mexicano, mancillado por la usurpación, lo llamaron Plan de Guadalupe.
 
Ese plan era un manifiesto a la nación y constaba de siete artículos para rechazar a las autoridades espurias de los poderes ejecutivo y legislativo, así como a los gobiernos estatales, que continuaran reconociendo a  esos mandos federales; así también, se acordaba crear un ejército restaurador del constitucionalismo, para cumplir con esos propósitos patrióticos. Esta bandera fue enarbolada por don Venustiano Carranza para tomar las armas, al convocar a demás estados a secundar su plan, con el objetivo de reinstalar la legitimidad en México.







                                                                                                                                              



martes, 25 de marzo de 2014

A MÁS DE DOS SIGLOS DEL INICIO DEL MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA

A MÁS DE DOS SIGLOS DEL INICIO DEL MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA

La Primera Etapa de la Guerra Insurgente.
(Cuarta Parte)

José M. Luna Lastra
Soc. Monclovense de Historia


Hidalgo y los demás jefes arribaron a Monclova el sábado 22 de marzo de 1811. A las cinco de la tarde de ese día, se encontraban entrando a la población, a la altura de “El Puertecito”. Desde la hora en que arribaron, hasta la mañana del 26 de marzo, el Cura Hidalgo y sus seguidores estuvieron en la por entonces capital de la provincia de Coahuila, en calidad de prisioneros.

Por aquel tiempo Monclova era una somnolienta población de poco más de 5000 habitantes, incluyendo sus haciendas.

Volviendo a Pedro Aranda, decíamos que este hombre bonachón, asumió la gubernatura de la Provincia comisionado por el Gral. Mariano Jiménez, así que entró a la villa de Santiago de la Monclova el 18 de enero de 1811, al mando de 500 hombres.

Comentábamos también como surgió la contra revolución en la Provincia y de como para el 17 de marzo, a escasos de dos meses de haber asumido el cargo de Gobernador, Aranda fue hecho prisionero por los confabulados, al mando de Ignacio Elizondo.

El doctor José María de la Fuente, historiador originario de Monclova, en su libro “Hidalgo Intimo”, afirma que Aranda fue aprehendido por el Cor. Elizondo en la casa de don Ignacio Castro que.... “es una casa baja que existe aun, aunque ya está en ruinas, situada en el extremo sureste de la ciudad, en la calle que antes se llamaba del Molino de Coate, hoy Calle de Juárez”..  El doctor Regino Ramón, otro distinguido historiador de Monclova, por su parte afirma que la casa estaba situada, efectivamente, por la Calle Juárez, entre Pedro Aranda y el Callejón del Mesón (conocido también como el Callejón de la Soledad), por la acera oriental.

Una vez que Aranda fue hecho prisionero, se procedió a crear una Junta de Gobierno que fue presidida por don Simón de Herrera, teniendo como Secretario a don Bernardo Villamil. Esta Junta que dejó de funcionar el 25 de marzo, tuvo a su cargo la coordinación del movimiento contra revolucionario en su fase de las acciones de Baján, la recepción de los prisioneros en Monclova, y el despacho de los cabecillas a la ciudad de Chihuahua.

Sobre la recepción que el pueblo de Monclova dispensó a los precursores de la independencia, existen varias versiones. El doctor de la Fuente menciona que el Gobernador Herrera dictó ordenes para que la población se engalanara con objeto de recibir triunfalmente al Coronel Elizondo, que conducía a los prisioneros, pero que a pesar de sus instrucciones ... “solo algunos edificios de las calles por donde debían pasar los prisioneros y las casas de los empleados, ostentaban algunos adornos y por esto, muchos vecinos fueron multados y algunos encarcelados, lo que acabó por darle a la ciudad un aspecto triste y sombrío; si bien a la hora en que entró la tropa, la plaza y las calles del tránsito estaban llenas de gente, esta no había ido ahí a celebrar el triunfo, sino a conocer a Hidalgo y a regar con sus lágrimas el camino de la desgracia que recorría el héroe y sus compañeros de infortunio”...

Por su parte el doctor Ramón afirma que Elizondo y sus prisioneros.... “fueron recibidos a las cinco de la tarde en el Puertecito por Herrera y todos los miembros de la Junta de Seguridad, con una ruidosa manifestación de música y comparsa del populacho que aclamaba ruidosamente al Rey y daban mueras a los prisioneros, llamándoles traidores y excomulgados, con disparos de fusiles, cohetes y repiques al vuelo de todos los templos”...

En un intento por razonar este aspecto, conviene hacer un esfuerzo por situarnos en la época en que se desarrollaron los acontecimientos y tal vez podamos comprender que por aquellos días, Hidalgo, Allende, los Aldama, Abasolo y Jiménez, eran solamente unos proscritos que subvertían el orden de un país eminentemente realista y que además, llegaban precedidos de una fama que los señalaba como crueles y despiadados saqueadores. La gente sabía que los insurgentes en tan solo seis meses, habían dado muestra de su falta de piedad, cometiendo una serie de excesos, sobre todo con los españoles peninsulares que caían en sus manos, y en estas circunstancias, su captura tuvo que ser recibida con júbilo por la mayoría de los habitantes de la Colonia. Quizá la versión del doctor Ramón sea la más apegada a la realidad.

La gente de Monclova indudablemente salió a recibir al contingente, pero debió hacerlo, más que nada, por mera curiosidad y muy difícilmente para .. “derramar su llanto en el camino que recorría el Cura de Dolores”.. que había permitido el degüello de cientos de prisioneros capturados en su campaña por el Bajío.

Es justo señalar un reconocimiento a la figura de Hidalgo, pero de un Hidalgo sin mitos, en su justa dimensión humana y por lo tanto, sujeta a las debilidades que caracterizan al hombre. Este Hidalgo ciertamente es muy distinto al que nos ha presentado durante mucho tiempo, la historia oficial.

Pues este Padre Hidalgo, con toda su humanidad, entró en la villa de Santiago de la Monclova a eso de las seis de la tarde del 22 de marzo de 1811 y lo hizo por el Camino Real que conducía a Saltillo, hoy conocido como Calle Zaragoza. La comitiva llegó hasta la esquina del Callejón de los Nogales (hoy Calle Abasolo) y dobló hacia la derecha. Más o menos a mediación de la cuadra por la acera norte, se encontraba una forja a la sombra de un gran nogal. De acuerdo con la tradición oral, este fue el sitio en el que Elizondo ordenó se le fabricaran y colocaran los grilletes a Hidalgo y los demás jefes insurgentes. De la misma forma es sabido que la forja pertenecía a un vecino de ascendencia francesa llamado Marcos Marchant que tuvo a su cargo la fabricación de los grilletes. Sin embargo el doctor de la Fuente en su citado libro “Hidalgo Intimo”, señala que la herrería era conocida como la fragua del Tío Diego y que el herrero don Nicolás Mascorro fue el encargado de poner los grillos a los prisioneros.

Una vez debidamente asegurados, los prisioneros siguieron adelante por el Callejón de los Nogales, hasta la siguiente esquina, donde cruzaba la Calle de la Garita, hoy conocida como Hidalgo y por esta vía fueron conducidos hasta la Plaza de Armas que a esas horas ya debería estar en penumbras.

El doctor de la Fuente dice que en la Plaza de Armas.… “formaron varios grupos con los presos para repartirlos en las prisiones; a unos los pusieron en la cárcel, a otros en La Purísima, antigua capilla castrense situada por Zaragoza; a otros más los pusieron en el Cuartel General de la Compañía Presidial y el resto lo llevaron con Hidalgo y los jefes principales al Hospital”...  Y aquí surge otra discrepancia.

El doctor Ramón dice que.... “el Cura Hidalgo, Allende, Jiménez, Balleza, don Juan Aldama y don José María Chico, todos los sacerdotes y clérigos y los licenciados y primos don Ramón y don Manuel Garcés, fueron llevados a la casa del Estanco del Tabaco que se había mandado preparar con este fin, en donde quedaron presos con doble guardia y con centinelas de vista, casa que quedaba cerca de la plaza principal, frente a la de don Antonio de Cárdenas y a un cuarto de manzana bajando al rastro”.

Esta casa ostentó mucho tiempo una placa que señalaba que había sido prisión de Hidalgo, pero en los últimos años, antes de su demolición fue retirada debido a que supuestamente consignaba un error histórico.

Por otra parte don Daniel Menchaca quien fue el primer Cronista de Monclova, siempre sostuvo la teoría de que el Padre Hidalgo y demás jefes, fueron prisioneros en la Capilla de la Purísima que, como ya se dijo, era un pequeño templo utilizado por los soldados y construido por el Camino Real, a un lado del Palacio del Gobernador.

En el terreno de las posibilidades, cualquiera de las versiones puede ser cierta o, al menos, parcialmente cierta; sin embargo hasta ahora no ha sido posible localizar ningún documento que confirme a uno de estos lugares como la prisión de Hidalgo.

Lo que no admite discusión, es que los aproximadamente 900 prisioneros insurgentes capturados en Baján, tuvieron que ser distribuidos en diversos edificios de la población, ocupando el Hospital la mayoría de ellos por ser el de más capacidad. Desde luego el Cuartel de la Guardia, la Cárcel y la Capilla de la Purísima, pudieron ser otros de estos lugares improvisados como prisiones.

Existen unas memorias que escribió el soldado insurgente Pedro García, en las cuales relata que la mayoría de los prisioneros fueron confinados en el Hospital en condiciones de salubridad sumamente precarias.

El doctor de la Fuente es muy categórico al opinar que el Hospital Real (Museo Coahuila y Texas), fue la prisión del Cura Hidalgo. Cuando describe el edificio que apenas once años antes de los acontecimientos de Baján, había sido puesto en servicio por el Gobernador Cordero, señala que ... “entrando al zaguán, está, a la derecha, el departamento que fue la administración, el cual se componía de una sala y varias piezas que siguen de esta hacia el norte, y tanto estas como la sala, tienen grandes ventanas rasgadas que se abren a dos metros de altura sobre el nivel del piso y dan vista a la plaza (Ignacio Aldama). En este departamento fue donde estuvieron presos Hidalgo, Allende, Jiménez, don Juan Aldama y don Mariano Hidalgo, hermano del Cura. Hidalgo ocupó la sala y los otros presos las demás piezas; el resto del Hospital lo ocuparon los demás jefes y oficiales, los sacerdotes y parte de la tropa y los que allí no cupieron, los pusieron en la Cárcel”.

El éxito obtenido en Baján originó una serie de celebraciones oficiales en la villa de Monclova. El doctor Ramón dice que el 23 de marzo, con este fin se dijo ... “en la Parroquia de Santiago, con la asistencia del Gobernador, cabildo y principales jefes y empleados políticos y militares, una misa solemne, acompañada con salvas de fusilería y música (...) en la cual predicó el señor Cura de San Buenaventura, don José María Galindo; y en la tarde del propio día, después del rosario, se organizó una gran procesión presidida por el Gobernador Herrera que llevaba a sus lados al Teniente Coronel don Manuel Salcedo y al Capitán Ignacio Elizondo, siguiéndose un piquete de tropa, con las armas a la generala, y luego la Virgen de Zapopan llevada en andas por los miembros de la Junta gobernadora, para así retornarla de la Parroquia a su Santuario”...

Como suele hacerlo en sus trabajos, el doctor Ramón no menciona la fuente de información, ni tampoco dice nada respecto de la reacción del pueblo de Monclova ante esta celebración; sin embargo, deja entrever que, en general, a los habitantes de la villa les disgustó que la venerada imagen de la Virgen, fuera utilizada para festejar la captura de los insurgentes.

Así transcurrió el segundo día de la estancia del Padre Hidalgo en Monclova que por entonces debió estar sacudida por los acontecimientos que vivía.

Don Regino Ramón al afirmar que los jefes insurgentes habían sido encerrados en la casa del Estanco del Tabaco, dice que estos fueron tratados con bastantes consideraciones ya que disponían de espacio y suficientes alimentos. Afirmaba el doctor que ... “de muy distinto modo fueron tratados los presos alojados en el Estanco: Herrera mandó arreglar con anticipación esa casa, con camas y los muebles más indispensables, y allí mismo puso varias mujeres para que prepararan una abundante y buena alimentación para los ilustres cautivos que se esperaban; por otra parte varias señoras de la buena sociedad, movidas por su espíritu de piedad y filantropía, mandaron más camas, cobijas y alimentos, contándose entre ellas la señora doña María Antonia Galindo, esposa que fue del señor Lic. Don Rafael Eca y Múzquiz, y doña María Ignacia Montemayor, hermana del Beneficiado de ésta, Bachiller don Juan Francisco Montemayor (Cura Párroco de Monclova). Ambas apreciables damas conservan como precioso recuerdo de aquella legendaria época, la primera una mascada de seda negra con el monograma del señor Cura Hidalgo bordado en una esquina, y la segunda, una taza en la que tomó chocolate el Padre Hidalgo cuando estuvo prisionero en esta ciudad (Monclova)”.

Desde que don Simón de Herrera se enteró de que el ejército insurgente había sido capturado, procedió a dar aviso a la Comandancia General de las Provincias Internas que tenía su sede en la ciudad de Chihuahua y de inmediato se principiaron a efectuar los arreglos necesarios para trasladar  a los cabecillas hasta aquella capital. Amaneció el 24 de marzo que marcaba el cuarto día de cautiverio de los insurgentes en Monclova. El doctor de la Fuente nos dice que, ese día por la mañana... “pusieron una mesa y sillas en el patio del Hospital y ahí se sentaron el Gobernador don Simón de Herrera, don Manuel Salcedo y el secretario Villamil, con el fin de formar las listas de los presos que debían ser conducidos a Chihuahua y Durango para ser juzgados, que fueron todos los principales, y la de menos importancia que debían quedar en Monclova. La primera lista comprendía 63 individuos en este orden: Ocho clérigos, comprendiendo entre ellos a Hidalgo, cuatro religiosos y 51 seculares entre los que se contaban Allende, Jiménez, Aldama, Abasolo y todos los principales caudillos”.
Debemos recordar que el doctor de la Fuente es quien afirma que fue el Hospital y no la casa del Estanco del Tabaco, la cárcel de los insurgentes, incluyendo a los jefes.

Como se podrá ver, continúan las contradicciones entre los doctores de la Fuente y Ramón, ahora por lo que se refiere al número de integrantes de la lista de prisioneros que fueron conducidos a Chihuahua, ya que mientras el primero afirma que fueron 63, el segundo indica que fueron solamente 39. En este caso, habría que tomar como más creíble la cifra señalada por el doctor Ramón, debido a que (ahora sí) cita algunas fuentes que le dan fuerza a su versión, entre ellas, un comunicado dirigido por Juan de Castañeda al Brigadier don Bernardo Bonavía, Gobernador de Durango, que está fechado en Parras el 7 de abril de 1811. En este mensaje Castañeda avisa que conduce a Durango a un total de cuatro religiosos y seis clérigos para que sean juzgados en dicho lugar y cita los nombres de cada uno de ellos. La lista del doctor de la Fuente comprende cuatro religiosos y ocho clérigos, incluyendo a Hidalgo entre estos últimos. Las listas son muy parecidas, sin embargo el doctor Ramón se apoya en un documento mientras que de la Fuente no lo hace.

La mayor discrepancia se presenta en el caso de los seculares pues el doctor de la Fuente afirma que fueron 51, mientras que el doctor Ramón dice que solamente fueron 29 y al hablar de las penas que estos recibieron al ser juzgados en Chihuahua, cita el nombre de cada uno de ellos, principiando con el de don Miguel Hidalgo (quien a pesar de ser un clérigo, no fue conducido a Durango). La cifra señalada por el doctor Ramón se parece a la que indica Riva Palacio en su obra “México a través de los Siglos”. Este renombrado historiador dice que fueron 24 los procesados en Chihuahua y  ... “algunos otros”.

La noche del 25 de marzo fue la última que pasaron en Monclova los caudillos de la insurgencia. Muy temprano del siguiente día, los prisioneros fueron sacados de sus calabozos y debidamente asegurados emprendieron el largo camino que los habría de conducir hasta Chihuahua. El doctor Ramón narra detalladamente las condiciones en que los precursores de nuestra independencia fueron conducidos y su relato no deja de producir sentimientos de conmiseración por todos aquellos hombres que soñaron con un México libre de la dominación española.


Así transcurrieron los acontecimientos que de buenas a primeras hicieron figurar a la pequeña villa de Monclova, en el mapa del Virreinato. Como se podrá concluir, existen muchos aspectos pendientes de aclarar o quizá nunca podrán aclararse. Sin embargo, para poder juzgar los hechos de Baján, habría que tratar de situarse en aquellos días que sucedieron, olvidándonos un poco de la historia oficial.  


jueves, 20 de marzo de 2014

A MÁS DE DOS SIGLOS DEL INICIO DEL MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA

A MÁS DE DOS SIGLOS DEL INICIO DEL MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA

La Primera Etapa de la Guerra Insurgente.
(Tercera Parte)

José M. Luna Lastra
Soc. Monclovense de Historia


La caravana partió de Saltillo por el rumbo de San Nicolás de la Capellanía (Ramos Arizpe) y ese día pernoctaron en la Hacienda de Santa María. Al amanecer del día 17 reemprendieron la marcha, subieron la pendiente de la Cuesta del Cabrito y los más avanzados, en la tarde, llegaron a la Hacienda de Mesillas. A este lugar siguieron llegando grupos durante toda la noche y en la mañana del lunes 18 continuaron su camino.

Los de la vanguardia llegaron hasta la Hacienda de Anhelo y los rezagados se quedaron en Paredón. El día 19 realizaron el trayecto más largo y difícil ya que avanzaron cosa de 40 kilómetros entre crestones y desfiladeros, hasta llegar a la ranchería de Espinazo. El miércoles 20 de marzo los grupos delanteros avanzaron hasta La Joya y los demás acamparon en otros puntos. Todos venían hambrientos, con sed y sumamente cansados; los terrenos que ahora transitaban, distaban mucho de parecerse a las campiñas del Bajío.

Cuando Elizondo advirtió la proximidad de los insurgentes, partió hacia Baján acompañado de unos 200 hombres. A ese lugar llegaron el 20 de marzo por la mañana. La noche de ese día envió un emisario con una carta dirigida a Mariano Jiménez, firmada por el secretario de Aranda, en la que le informaba que se les estaría esperando en Norias de Baján para darles escolta. En la madrugada del 21 de marzo, Elizondo se adelantó con 50 jinetes  y los distribuyó en el camino a manera de comitiva de recibimiento para los insurgentes.

Fray Gregorio de la Concepción (un religioso dominico) y unos acompañantes, aparecieron como vanguardia del ejército rebelde y de inmediato fueron apresados. Detrás de ellos venía un grupo comandado por un teniente originario de Saltillo que, pasada la columna de Elizondo, fueron intimidados por Vicente Flores (hijo de   Tomas Flores) para su rendición. Ante la negativa del teniente y en un intento por tomar su pistola, fue victimado por Flores. Los demás soldados se rindieron.

En seguida venían carruajes, con largos trechos entre unos y otros; los cuatro primeros eran ocupados por mujeres y por clérigos.

En el quinto coche viajaban los generales Allende, Jiménez, Arias, Juan Ignacio Ramón, Indalecio Allende (hijo de Ignacio) y una mujer. A una señal de Elizondo, fueron rodeados por Vicente Flores y su gente y se les ordenó entregar las armas en nombre del Rey. Allende abrió fuego con su pistola pero la respuesta fue una descarga que mató a Indalecio e hirió de gravedad al Gral. Arias.

Ya desarmados y debidamente atados los caudillos, fueron enviados a Baján en el mismo coche en que venían y bajo una fuerte guardia.

En el siguiente coche viajaban unos frailes y los dos agentes que habían sido enviados a Saltillo como espías: Sebastián Rodríguez y el Barón de Bastrop.

Después de cinco carruajes más, se vio llegar a lo lejos uno que fue identificado por los prisioneros como el que ocupaba don Miguel Hidalgo, pero cuando se detuvo, se dieron cuenta de que el cura no se hallaba entre los pasajeros. Por fin, a la distancia, se le vio acercarse montado en un caballo negro, acompañado de un clérigo y al frente de una partida de 40 soldados.

Elizondo les formó valla, mandó a sus hombres presentar armas y los dejó pasar. Al llegar a donde estaba   Tomas Flores y su gente, de inmediato fueron rodeados y se les ordenó rendirse. Hidalgo trató de sacar su pistola al tiempo que Vicente Flores le sujetaba el brazo y le decía: ... “si piensa usted en hacer armas, es perdido, porque ahorita le hará fuego la tropa y acabará con todos”...  Ahí acabó todo.

Solamente uno de los principales jefes insurgentes logró evadirse y fue este José Rafael Iriarte quien, con el grueso de la caballería, protegía la retaguardia. Iriarte que a lo lejos presenciaba la rendición, acobardado y al frente de sus hombres, regresó a Saltillo. A su llegada don Ignacio López Rayón le formó un consejo de guerra y lo fusiló en las afueras de la población, en el arroyo que lleva su nombre.

Esa noche fue de gran inquietud para los realistas acampados en Baján. Los hombres se dividieron en cinco guardias: una, en la casa destinada a los generales y clérigos prisioneros; otra, para las cargas de plata y reales; otra para los soldados insurgentes; una más para las mujeres y la ultima para la vigilancia de todas las mulas y caballos.

Finalmente, para tranquilidad de Elizondo, entre las nueve y las diez de la noche llegaron los refuerzos de Monclova con más de 400 hombres, al mando de Pedro Nolasco Carrasco y del Teniente Coronel Salcedo.

Al día siguiente los jefes, clérigos, frailes y mujeres, fueron llevados a Monclova en los 14 coches que les habían capturado. El resto de los prisioneros hicieron el viaje a pie, maniatados y con collera.


Así terminó para desgracia de los insurgentes, una de las operaciones más exitosas en la historia de la guerra. En unas cuantas horas menos de 400 hombres, sin haber sufrido una sola baja, capturaron a unos 900 enemigos, entre los que se contaban sus principales caudillos, gran cantidad de pertrechos, 27 cañones y un inmenso botín que según las cuentas de don Manuel Royuela ascendía a 177,369 pesos mas real y medio y la plata en barras que pesaba 96,478 marcos, poco más de 22 toneladas de plata. Todo este tesoro requirió para su transporte no menos de 220 mulas robustas.