A 101
AÑOS DE LA CONVENCIÓN DE MONCLOVA
Ramón Williamson Bosque
Durante los días de
la Decena Trágica, Adolfo de la Huerta y Roberto V. Pesqueira pasaron por
Estación Monclova; en ese entonces, el primero era miembro del congreso local
de Sonora y el segundo era legislador federal. Ellos habían abordado el tren en
la ciudad de México, con dirección a su entidad. Iban temerosos de ser víctimas
de las tropelías cometidas por el usurpador Huerta, en contra de quienes se
opusieran a sus designios.
Estos diputados
sonorenses recibieron una circular emitida por el gobernador de Coahuila,
Venustiano Carranza, para excitar a un movimiento legitimista contra la acción
usurpadora, lucha con la que ambos simpatizaban. En la
estación ferroviaria mencionada, los legisladores solicitaron una conferencia
telegráfica a Saltillo, con el gobernador Carranza, quien no contestó en forma
personal; sólo mandó decirles que, ya se había dirigido al gobernador de
Sonora, José María Maytorena, animándolo a cumplir su deber cívico y en caso de
que no diera respuesta afirmativa, los diputados debían iniciar el movimiento
armado en su estado. Éstos respondieron quedar a las órdenes del movimiento
encabezado por el mandatario coahuilense. Don Venustiano agradeció la
disposición de los sonorenses.
En cuanto se conoció
la noticia del magnicidio perpetrado en contra del Presidente, Madero y del
Vicepresidente, Pino Suárez, el pueblo mexicano se indignó y protestó, como en
varios municipios de Sonora, donde hubo alzamientos armados. Sin embargo, las
autoridades no se atrevían a interpretar, en forma abierta, el sentir popular;
tal fue el caso de Maytorena, quien procuró aminorar la situación de
intranquilidad en su jurisdicción y en forma cómoda, reconoció a los nuevos
poderes implantados, en la nación. Carranza envió a su colaborador, Alfredo
Breceda, para conferenciar con el mandatario sonorense, sin poder convencerlo
de comprometerse a reivindicar el orden constitucional. Empero, presiones
internas en ese estado, lo obligaron a desaparecer de la escena política,
solicitó licencia a su congreso
pretextando motivos de salud y cruzó la frontera para dirigirse a Arizona.
Entonces, la
legislatura del Estado de Sonora nombró gobernador provisional a don Ignacio L.
Pesqueira. Éste convocó a sesiones extraordinarias al congreso estatal, el 3 de
marzo, para analizar los sucesos trágicos de los ejecutivos federales en la
capital del país y la forma irregular de cambios de poder; así como, para
considerar los levantamientos
registrados en esa entidad. Dos días después, 5 de marzo, se decretó una
ley para desconocer al régimen de Victoriano Huerta en esa entidad.
En seguida, Pesqueira
reorganizó la administración pública. Quitó el mando de tropas federales, al
comandante en turno y confió las operaciones militares al coronel Álvaro
Obregón, quien regresaba de reprimir una invasión de orozquistas, levantados
contra Madero. Además, hubo designaciones de otros cargos en el ejército
sonorense, para controlar diversas regiones de esa demarcación. El 8 de marzo,
después de un breve enfrentamiento, Obregón tomó la plaza fronteriza de Nogales
e hizo huir a los jefes federales al país vecino.
Ya para entonces,
Carranza había ordenado acuartelar fuerzas irregulares de Saltillo en Monclova,
comandadas por Luis Garfias y Francisco Coss, mismo punto a donde se dirigían
las tropas de Jesús Carranza y Cesáreo Castro, procedentes de Torreón; de igual
modo, Lucio Blanco y Francisco Sánchez Herrera fueron concentrando fuerzas
dispersas de diversas estaciones de ferrocarril, para acudir a ese sitio; así
como Pablo González, quien había salido de Meoqui, Chih. Dado que los
regimientos federales ocupaban Monterrey, San Luis Potosí y Torreón, la región
de Monclova, un poco más alejada, se consideraba sin peligro mayor.
La madrugada del 25
de febrero, Carranza regresó a Saltillo, donde encontró una serie de peticiones
escritas para tratarlo de convencer de reconocer al nuevo gobierno y el cónsul
norteamericano le expresó que, el presidente de los Estados Unidos, ya había
aceptado a los poderes huertistas. Inclusive, tropas federales de Monterrey
fueron desplazadas rumbo a Saltillo, para advertir un ataque, en caso de
permanecer en rebeldía. Como respuesta a este cúmulo de presiones, don
Venustiano envió un telegrama al presidente estadounidense, William H. Taft,
para reprochar su actitud de reconocimiento del gobierno espurio, ya de regreso
en Ramos Arizpe, la noche de ese mismo día.
El 26, el gobernador
regresó a Saltillo, para despedir a su esposa e hijas, quienes viajaron a San
Antonio, Texas; él regresó a Arteaga, donde permaneció hasta el 3 de marzo. De
ahí, pasó a Ramos Arizpe y el 5, siguió al norte. Traía la intención de
establecerse en la hacienda de Anhelo, donde acampó el día 6. El día siguiente,
sus fuerzas fueron sorprendidas por un
destacamento federal. Los constitucionalistas huyeron en desbandada, para luego
tomar el camino a Espinazo y reunirse con don Venustiano. Éste ordenó atacar la
hacienda, pero sus posesionarios los rechazaron y desanimados se dirigieron al norte.
Carranza regresó al
sur y en Ramos Arizpe recibió el aviso de la aproximación de un convoy de
tropas federales procedentes de San Luis Potosí, para tomar Saltillo. Los
constitucionalistas se resguardaron en la sierra de Arteaga y planearon su
ataque, que duró dos días, pero no estuvieron bien coordinados y refuerzos
federales llegados de Torreón hicieron retirar a los rebeldes, otra vez a
Monclova. Estos descalabros militares reflejaban la mala organización de los
alzados y algunos pensaban en desertar.
Un día después de esa
retirada, 24 de marzo, una columna federal atacó a los sublevados en Mesilla,
punto próximo a Paredón. Esa acción provocó desorden en los atacados y su jefe,
con su terquedad característica, mostró torpezas estratégicas de ataque; por
eso, sus amigos militares llegaron a sugerirle se abstuviera de sus tácticas
ofensivas. Esas sugerencias fueron tomadas en cuenta por el líder del grupo, ya
con muestras de desmembrarse. Sus pensamientos los encauzó a buscar una guía
política de unificación de objetivos, bien expresados y el atardecer del 25 de
marzo, llegaron a la hacienda de Guadalupe. Don Venustiano se encerró en la
oficina de raya con su secretario, Alfredo Breceda, para madurar y estructurar
su idea.
El 26 de marzo de
1913, los jefes y oficiales acompañantes fueron llamados para firmar un pacto,
con el Gobierno Constitucional de Coahuila y con el pueblo mexicano, por lograr
la restitución del orden legal en el país y el triunfo del constitucionalismo.
Ese pacto llegó a denominarse Plan de Guadalupe, chispa para incitar a los
inconformes con la imposición huertista.
Cuando se dio a
conocer ese acuerdo firmado por coahuilenses, se levantó una gran inquietud en
todo el país y en las juntas revolucionarias texanas, que permanecían en San
Antonio y en El Paso. En esta última, se encontraba el Dr. Samuel Navarro,
quien había sido diputado en Chihuahua, durante el periodo del gobernador
Abraham González, pero luego fue depuesto. El Dr. Navarro se trasladó a
Estación Monclova y se presentó al mandatario coahuilense, el 1 de abril de
1913, para proponerle una reunión con delegados de Coahuila, Chihuahua y
Sonora, con objeto de intercambiar opiniones sobre el movimiento en ciernes.
Carranza cedió a
Alfredo Breceda la representación de Coahuila y lo comisionó para que se entrevistara con los gobernadores
de Sonora y Chihuahua. En principio, no hubo acuerdos, pero aceptaron reunirse
con don Venustiano, personalmente. El congreso y el gobernador sonorenses
designaron al diputado Adolfo de la Huerta, como representante de ese estado,
para discutir opiniones y tomar acuerdos en Coahuila. De la Huerta telegrafió
al gobernador coahuilense, para avisarle que él era comisionado legítimo de
Sonora; por su parte, Carranza le solicitó que se entrevistara en El Paso con
su sustituto Breceda. Entonces, se presentó ante éste, acompañado de Roberto V.
Pesqueira, hermano del gobernador interino.
Primero, se convocó a
una junta en Piedras Negras, pero luego la sede fue cambiada a Monclova. Aquí,
regresó Breceda acompañado de Pesqueira
y de De la Huerta, quienes fueron presentados al gobernador de Coahuila, el 16
de abril; en seguida, llegó el Dr. Navarro, delegado de Chihuahua.
Alfredo Breceda
estuvo haciendo reflexiones, basadas en las circunstancias que observaba y
posteriormente, las registró en su libro “México Revolucionario”. Él
consideraba que, en Coahuila y Sonora imperaban circunstancias diferentes.
Mientras, el primer estado tenía el poder ejecutivo fuera de su capital,
contaba con pocos recursos y el líder revolucionario era perseguido por la
federación para sofocar su atrevimiento; el segundo tenía un mandatario
constitucional, asentado en su sede, operando en forma normal y con un ejército
de cuatro mil hombres, bien equipados. Por eso, escribió: “Era indispensable,
era necesario……sobretodo y ante todo el reconocimiento del Plan de Guadalupe
por el Estado de Sonora….”
El día siguiente de
su llegada, los delegados visitantes fueron invitados a cenar por don Venustiano en
una casa particular, cercana al Hotel Internacional de Estación Monclova. De la
Huerta y Carranza platicaron esa noche hasta la madrugada, sobre asuntos
varios, en los que no mostraron afinidad de pensamiento.
No obstante, lo
fundamental de la reunión en Monclova era escoger al dirigente del
levantamiento armado y el 18 de abril, eligieron a don Venustiano Carranza;
desde entonces, lo llamaron Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. En
seguida, se realizó un intercambio de opiniones, después se redactó el acta,
que inició de la forma siguiente: “En la estación de la ciudad de Monclova
(Coahuila), a los diez y ocho días del mes de Abril de mil novecientos trece,
reunidos los ciudadanos Roberto V. Pesqueira, Adolfo de la Huerta, delegados
debidamente caracterizados por el Poder Ejecutivo y Legislatura de Sonora,
respectivamente; el C. doctor Samuel Navarro, delegado por la Junta
Constitucionalista de Chihuahua; el C. Alfredo Breceda, delegado por el
Gobierno del Estado de Coahuila, y el C. Gobernador Constitucional de esta
Entidad, D. Venustiano Carranza, se procedió a la exposición y resolución de
los puntos que a continuación se expresan: …….”. En el primero, se mencionó la
junta celebrada en Agua Prieta el 7 de abril, cuando se acordó la encomienda de
recoger las impresiones de los gobernadores de Sonora y Coahuila, así como de
los jefes militares defensores de la Constitución, esa recopilación informativa
fue motivo de celebrar la reunión en Monclova; en el segundo, se expusieron los
acuerdos del Plan de Guadalupe; en el tercero, los delegados de Sonora y
Chihuahua manifestaron su adhesión al plan referido; en el cuarto, se acordó
que Roberto V. Pesqueira pasase a Washington, como agente confidencial, con el
nombramiento expreso de don Venustiano Carranza, para que tomara las acciones
que más convinieran al movimiento; y en el quinto, una vez resueltos los puntos
citados, para su debida constancia, se acordó levantar acta, para ser leída y
suscrita de conformidad por los concurrentes citados.
Acto seguido, el
señor Carranza firmó lo acordado en el Plan de Guadalupe, secundado por los
representantes de Sonora y Chihuahua, convenio levantado en el mismo lugar,
Cuartel General de Monclova, esa misma fecha, 18 de abril de 1913. Se
entregaron copias de este escrito a los delegados sonorenses, para que las
mostraran al gobernador, al Congreso y a jefes militares de su estado.
Pesqueira y De la Huerta se despidieron en forma muy cordial de los
coahuilenses y regresaron a su entidad. Esto satisfizo mucho a Alfredo Breceda,
pues sabía que Sonora contaba con un verdadero ejército y con experimentados
jefes militares, que garantizaban un triunfo para la causa recién iniciada.
Más tarde, Breceda
expresó en forma enfática: “Después de producir los anteriores documentos (Plan
de Guadalupe y Convenio de Monclova), el triunfo definitivo de la Revolución
podía considerarse, como un hecho consumado; pues ya Carranza contaba en Sonora
con un verdadero ejército y con jefes de honor, que sabrían respetar, en todo
momento, sus compromisos para con él, además de que irían hasta la victoria
definitiva….”.
De esa forma, el
movimiento constitucionalista se consolidó con la adhesión expresa de esos dos
estados. Así, ya no estaba tan aventurado el proyecto de enfrentamiento al
poderoso ejército federal, malévolamente, arrebatado por Victoriano Huerta,
quien se vio obligado a renunciar, el año siguiente de su usurpación; pues, aunque
ésta apareció como amenaza prepotente, el rechazo popular fue creciendo, hasta
poder lavar la deshonrosa afrenta cometida en contra de la legitimidad
nacional.